martes, mayo 29, 2007

Fresco pa' chomba

“Y todos aquellos que fervientemente se quejaron de los taxistas y remiseros, terminaron hablando del mismo tema que ellos: el clima”, Valeria Lynch borracha comiendo mariscos.

Imposible evitarlo, aplacarlo, masturbarlo, el frío hace estragos en mis nudillos, en mis rodillas y me frunce el orto complicando aún más el sexo invernal. Tanto habíamos pedido que la ola de calor acabara, que los mosquitos finalmente murieran y el viento soplara, tanto rompimos soberanamente los huevos que ahora vomitamos hielo por el culo en forma de cebras miniatura al ritmo que se nos entumecen las tetas y dejan de rebotar.
Las manos son las principales afectadas en las situaciones en que los guantes aún no fueron comprados. Comienzan poniéndose blancas y las venas se marcan en azul o violeta, luego comienza a encogerse los dedos y los anillos se caen sin pedir permiso, generando una sensibilidad molesta en las palmas de las manos.
Usted verá que la situación ya no mejora dentro del bolsillo como en otras épocas. Parecen inmunes o amantes de su estado putamente congelado. También notará que al ingresar a un sitio caliente como el subte, un almacén, una concha, la mano comienza a arderle, a quemarle como si estuviera usted traspasando al infierno de a partes, pero a no ilusionarse, es solo un estado temporal que se irá luego de minutos.
Los pies son más boludos para el frío. Encima que uno los necesita indefectiblemente para ir de un lugar a otro, para esperar al 60 o para patear caracoles, los forros se entumecen más que las manos, creando un efecto similar a caminar con el calzón cagado de la mano del pato Donald.
Días después usted verá cómo los pies comienzan a deformarse y a procrear bultitos a sus costados, bolas rojizas que pican como un pubis sifiloso al principio y duelen como un culo angosto recién penetrado más tarde.
Serán partícipes del nacimiento de juanetes (al lado del dedo gordo) y juanetillos (al lado del dedo chiquito) que violarán su pie hasta el final del invierno y harán dificultoso cualquier intento de usar botas o zapatos en punta.
Notará un cambio rotundo en la capacidad del colectivo y la del subte ya que ahora el ingreso de cada ciudadano viene acompañado de pullovercamperabufandagorritoPOLAR. Maldito polar. Maldito material suave y con bolitas hecho para colcha hasta que un amante de la vitina decidió hacerlo indumentaria y condenar a la humanidad a verse como frazada. El polar no merece ser considerado "ponible" bajo ningún concepto, bajo ningún clima. El polar sirve para albergar perros en el living o gatos en la cama, no para pullover, chaleco o bufanda. Basta de hacer de esa tela algo elemental y básico.
Este texto acaba de convertirse en repudio al polar. Únase o comprelo al por mayor y métaselo en el orto.
Amén y feliz fresquete.

jueves, mayo 24, 2007

Noche de tetas y estrellas

Mientras Buenos Aires nos revela su faceta fría y nos presenta a una nueva generación de mosquitos que serán pronto de nuestro mismo tamaño y querrán violarnos y convertirnos cual vampiros en parte de su especie, mis ovarios trinan y sangran dejándome pálida, molesta y mojada. Empapada. Odiando la vida, la muerte, a Tinelli y a Mariana Fabiani por ser poseedora de unas costillas que dan hambre y ganas de rascarle la escasa carne con los dientes y un poco de sal.
Caminando por Corrientes una noche de un sábado, noté unos tacos que sonaron cerca de mis congeladas orejas (festín para los de VIVEN). Caminaban arrastrados por los pies de su poseedora, casi como una infante que se disfraza o una pelotuda que no sabe caminar.
Mi cabeza buscó el sonido con ansias y lo ubicó bajo un culo que absorbía con fuerza la calza que lo cubría, casi como si la succionara adaptándola a su flácida forma. Vi pelo largo negro, una campera y esos tacos ruidosos. Me acerqué para ver su cara, para comprender cómo alguien solo por andar podía molestarme tanto.
Su cuello denotaba la pintura en su cara, la contrastaba de tal modo que la hacía naranja. Su campera estaba cerrada hasta el cuello, lo que realmente me sorprendió ya que mejor que aquél culo era mejor mostrar cualquier cosa. Ahí estaba… Griselda de Gran Hermano.
Sus tetas, también admiradas por mi pareja estable aunque no de modo tan obsesivo como las de la yegua venezolana de Pamela David, ya que al menos la Playboy de Griselda no descansa en mi baño a la espera de maratones de leche en polvo, no eran del tamaño que mis pesadillas las relataban. El alivio fue grandísimo. Mi mente eliminó un complejo.
Su estatura con tacos me raspaba el hombro al punto de hacerme sentir ganas de pisarla con la fuerza que Cacho Castaña se coje adolescentes viciosas.
Me paré a su lado, comenzamos una charla interesante en la que fui una corresponsal madrileña trabajando para el exterior, lo que me ayudó al momento de saber que a partir del lunes pasado comenzaba a trabajar con mi amigo personal y cara de jabón en polvo, detergentes y cualquier producto que requiera testeo profesional, Fabián Gianola.
Los minutos y las cuadras pasaron y de pronto abandoné la poco interesante charla y me aboqué a mirar el Obelisco. Qué pedazo de poronga realmente para ser nuestro símbolo nacional. Los granos de Amalia Granata son más vistosos y sin embargo ahí están decenas de personas disfrutando de la vista y sacando fotos a la gran pija blanca para luego llevarlas a sus respectivos países y reírse en silencio de su error.
Volví a Corrientes. Un auto largo y negro se me cruzó en medio de la vereda buscando el estacionamiento y ahí tuve mi segundo momento mágico de la noche. Una mujer nuevamente, pero esta vez todo mi cholulismo Rialesco anidado en el clítoris se despertó de golpe y a los gritos acertó:
- MORIAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!! MORIAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!-
El miedo invadió a la diva de tal modo que la obligó a bajar el vidrio y hacer entrever sus grandísimos lentes negros que trabajan arduamente por no dejar ver las autopistas arrugales ni las garras de gallo que duermen al costado de sus ojos.
Me miró sorprendida y sonriente, esperando que la bese, le pregunte, la acose o le muestre las tetas y le diga: “Gracias Moria, por vos disfruto de las tetas grandes”, pero no. Nuevamente la corresponsal madrileña apareció en escena y habló con la diva casi de modo fluído mientras el meo nervioso me circulaba la entrepierna y la birome me tembraba frenéticamente en medio de la agenda.
- “Saludos a Andy!” – arrojó la diva antes de cerrar el vidrio.
- Claro, serán dados Moria.

Andy aún espera los saludos, Moria aún cree que soy madrileña. Yo aún siento que tengo más tetas que Griselda.

lunes, mayo 21, 2007

Catarsis

¿Por qué nos gusta tanto que nos toquen el culo? ¿Qué razón aparente hay para que como usuarios, como personas, no nos levantemos a arrojar latas de Sprite a todos aquellos que hacen de nuestros días un suplicio?
Día a día circulamos por esta bella ciudad como vacas cagadas, apretadas, meándonos unas sobre otras, enredándonos el pelo en camperas ajenas y oliendo pedos calientes de desconocidos. Tardes enteras pasamos viajando en esos vagones destruídos que paran 4 minutos entre estaciones para no chocarse con el que viene de frente o no agotar toda la energía de las redes subterráneas involucionadas. El subte sirve más para pegar afiches que para su labor cotidiana. ¿A quién no le resulta como una ola de alcohol en la axila tener que mirarle la cara a todos los que nos prometen un lindo viaje mientras uno a uno los subtes pasan cargados hasta el coxis (si es que pasan)?
Todos los días una demora. Nos callamos, nos sentamos con el ojete en los pasillos y esperamos tranquilos. Alguno que otro murmura bajito, el resto se calla.
El subte decide nuevamente que para sus servicios porque se ve que $2800 para los peones o $3500 para las boleteras no les alcanza en sus 6 horas de trabajo. Vamos a dejarnos de joder.
Y ahí vamos los porteños chocándonos contra las paredes, luchando por los colectivos que nos pasan de largo, llorando a las nueve de la noche porque seguimos a la deriva y no tenemos idea de a qué hora llegaremos al destino pactado, a casa, a la facultad o a rascarnos la concha en todo nuestro derecho de hacernos surcos en nuestra tarde libre.
Somos comprensivos, sí. Hasta que nos tocan el culo por demás y termina en hemorroides sangrantes. Leía en el diario Clarín que avisan ahora que el miércoles o jueves habrá paro para que "el usuario tome sus recaudos", me pregunto sinceramente hasta cuándo vamos a seguir aguantando, hasta cuándo vamos a frenar una situación como la de Constitución el otro día en la que tildaron a la gente de vándalos, a los usuarios de trenes como "piqueteros sorpresa", gente sin educación que reacciona mal ante los reclamos, gente que no entiende, que no se pone en el lugar del otro.
¿Cuánto más podemos ponernos en lugar del otro? ¿En nuestro lugar quién se pone? ¿Macri? ¿Telerman? ¿Santo Biasati?
Es hora de que alguien nos entienda a nosotros, es hora de que dejen de hacernos enemas que no pedimos ni necesitamos. Personalmente, estoy cansada de entender.

PD: El sentido del humor está volviendo a mi cuerpo. Pronto... pronto... ya lo siento... ¿o es un gas?

martes, mayo 15, 2007

Aspirando flujos

El 60 me sorprendió lleno como cada viernes a las 6 de la tarde. El mismo olor a culo recalcitrado y sin bañar desde el miércoles no molesta tanto como un lunes, si el colectivero frena abruptamente puedo llegar a perdonarlo y si de pronto una vieja me pide el espacio para agarrarse de mi palo, se lo daría con gusto... es viernes, un gran día.
Me ubiqué agarrada a un asiento deficiente en el que se sentaba un laburante que se sacaba los mocos como si su vida dependiera de ello, como si la materia prima que de ahí dentro sacaba fuera a servirle para construir las paredes de su casa en Las Toninas. Miraba los mocos esperando sacar algo más verde o más duro, pero no. Seguían saliendo mocos mediocres.
Ubiqué prontamente a la mujer que sería sujeto de mi envidia. Una bella adolescente estudiante de Marketing que estaba parada a mi derecha. Han pasado 21 años desde que nací, pero no puedo acostumbrarme a la emoción que a mucha gente le produce escuchar marcha. Convengamos que el coro de cacerolas que tanto nos molesta cuando es usado para despertarnos, es como un autoflagelo para los oídos, y hasta para el mismo cuerpo que se mueve frenéticamente al compás de vaya Jebús a saber qué ritmo drogadicto de algún extraterrestre homosexual.
La chica escuchaba marcha. Apasionadamente marcaba los compases y leía sus apuntes resaltados en verde. Su pelo estaba perfectamente teñido de miles de colores, tenía nariz de princesa prostituta de Koreoa del Norte y un pantalón que sigue apareciendo en mis sueños.
De pronto se liberó un asiento y mi culo cuando ve que hay un espacio es como si cobrara vida y buscara alimentarse de butacadebondi, se me dilata de la emoción y no tengo otra salida que ir a donde sea que esté el espacio y reclamar lo que es mío, nuestro.
La mala leche de búfalo hizo que la muchacha se sentara al lado mío. Yo seguía anonadada con su belleza mágica hasta el momento en que comencé a escuchar sus gargajos viajando de la narizal estómago. Oí como los mocos nasales eran enviados deliberadamente a la garganta y luego tragados por esta conchuda sucia. El ruido comenzó a erizarme los pelos de la frente. Claro está que ella no se escuchaba a sí misma por la maldita música del infierno a la que estaba sometida. Los minutos pasaban y el ruido gargajeal no cesaba. Se limpiaba con la manga y volvía a aspirar, se tocaba con el dedo y volvía a aspirar. Agua mocal, moco verde, todo. La hija de puta aspiraba todo.
Mis neuronas ya no podían tolerarlo. Intenté concentrarme en las orejas prominentes de un chico ratón, en la cadera africana de una gorda hipopótamo del este, pero nada desviaba mi atención focal del ruido de líquidos verdes circulando por la dama bonita. Pensé en sacar una carilina para mí y ofecerle gentilmente una. Si no la aceptaba, se la metería por la concha hasta que le saliera el desagote por la tráquea. Junté coraje. Iba a hacerlo.
Teléfono.
- hola maaa, sí... estoy hecha mierda... me tomé un Resfrianex (primer momento de lástima)... sí... tengo fiebre (pobre, quise abrazarla)... y ustedes qué onda? están en LA o en New York? (Odio, irrefrenable odio)... cómprenmeNNN el "jipnotik"... JIP NO TIK maa, el de frasquito rojo (moco que entra nuevamente aspirado como un pete maestro)... bueno maaaa preguntá al menos no seas wacha... dale... bye... cómprenme muchas cosas.
Conchuda pendeja de mierda. Por mí que muera sin carilina, que los mocos se le resbalen desde los más profundo de su flujo y tenga que comerlos en tarta los días contiguos.
La damita cerró su libro de apuntes. Congreso de Tucumán ya era visible desde el 60. Abrió su bolso, guardó su música para aeróbics, ahondó más de 7 minutos y desde el fondo de su cartera, a 25 minutos de comenzado el viaje ruidoso, la muy conchuda adinerada sacó un paquete entero de pañuelos descartables. Se sonó con ganas. Sonrió.
Ya no tiene mocos, pero tendrá muchos regalos. Maldita.

martes, mayo 08, 2007

Efervescencia

Desde el fin de semana uno viene proyectando lo malo que será el lunes. No es que uno sea negativo, que no le guste ocuparse laboralmente, que esté menstruando sangre con grumos negros, sino que simplemente es la nula motivación para entrar a depositar el orto unas 9 horas, leer cada diario de Argentina y el mundo para terminar haciendo alguna encuesta sobre si estoy o no de acuerdo con el ganador de Gran Hermano, ganadora mejor dicho, la gorda más traicionera que pisó la tele desde la hija no hija de Perón (esa la hizo bien, se parecía hasta en la papada la hija de puta).
Ya el sábado había opacado mi tarde cuando mientras me disponía a mirar felizmente El Hombre Araña 3 en todos sus ángulos posibles, un grupo de doceañeras se dedicó a arruinar mi velada. Las ví acercarse a la fila de mis espaldas, las observé mientras se sentaban rebalsando pochoclos humeantes con olor a virgen, coca, caramelos, tetitas aún no desarrolladas y escasos pelos púbicos para finalmente comenzar a dialogar. Pensé que pronto terminarían, que era la emoción del comienzo, la exitación de ser pelotudas, de que te paguen la entrada para no tenerte inflando las pelotas en casa o la lejana idea de que yendo al cine a simular ser mayor de 13 les da mas chances de cojerse de paradas a un boletero con acné. Pero no. Prontamente las risas comienzan a elevarse, las charlas comienzan a irritarme como jamás nadie me irritó, (salvo Portal con su amor extraño por los perros callajeros que creo jamás comprenderé), los momentos románticos ya no tienen el mismo efecto porque una tal Barbarita dice que a ella los pochochos no le importan y que no le hace falta que le conviden, Marianita, la más conchuda de todas, patea y patea mi asiento como si estuviera garchándose a un jabalí de 6 patas por el orto con un embudo de metal. Todo se desvirtúa, el cine se vuelve una caja molesta con un cartel verde garzo de avenida que no podemos dejar de mirar pidiéndole a Jebús que un rayo se cuele por la entrepierna de la vieja de al lado y se le incruste a la forra de Marianita, o a Barbarita o a la puta madre que las parió.
Como si el fin de semana no hubiera sido estresante, el lunes nuevamente el subte porteño se encargó de ser fundador de mis penurias. Ya no comprendo realmente cómo es el mecanismo con el que se decide detener el aparato, o, como ellos prefieren decir: Interrumpirlo. De pronto la máquina del infierno se para como si hubiera tomado una infusión nasal de Viagra, los boleteros desaparecen de sus cuevas estafadoras y son reemplazados por una mujer con muchos boletos que será a partir de ahora, la figura en la que caerán los insultos, escupidas, y robo de boletos a discreción.
Claro está que al salir, la populada calle Figueroa Alcorta se carga a 500 forros más que veníamos cagados de calor sudando leche por el pupo y ahora viene la parte divertida: subirse a un colectivo a las 6 de la tarde, que es casi tan imposible como no ver a un villero que se pajea en la ventana de tu casa y te acaba en la mesada. La cola del 29 es de una cuadra, no tengo la Guía T y si es por mí que muera ya mismo Telerman y que se le haga un homenaje en la película de los Coneheads simulando ser un recién nacido demasiado alto al que se lo viola Jhon Travolta con la misma violencia que el Babmino Veira.
Mientras tanto, lluvia ácida sobre la ciudad, solo espero que me cure las caries y me lave los piojos que vengo criando desde sala celeste. Los hongos en la espalda se esparcen como baba de caracol. Antibióticos. Fiebre, me broto. Estómago inflado. No es un bebé, es diarrea. Vómitos en la calle. Vómitos en el subte, la gente es muy asquerosa. Meo en las paredes de gente que ve películas de Beatríz Salomón. Palomas de mierda, qué bichos inútiles. Ellos mataron a mis bichos bolita.
Esta semana se vino con todo. Mejor me tomo un Redoxon... con vodka.

miércoles, mayo 02, 2007

Culos y envases

No solo estoy al borde del suicidio por el nuevo formato de Hotmail que me lima las orejas cuando ya estaba ostumbrada a los colores, a mis carpetas a los costados viéndose de modo distintivo y a algo mucho menos pro e involucionado, me cambian todos los formatos sin consultarme, sin siquiera hacer una encuesta de esas que tan de moda están... nada. Lo que se les cantó el testículo izquierdo han hecho. La revolución del Gmail ha llegado. Así como el ICQ fue destronado por el maldito y adictivo MSN, el Hotmail debe morir.
Días atrás sentí nuevamente el impulso de la compra compulsiva. Tal como al momento de las botas y mi vestido de mujer fácil, pero con estilo, ésta vez fuí en la búsqueda de un jean. Algo tan simple como un pantalón azul de material dudoso es a la vez tan complicado como comprarle un corpiño a la PUTA de Pamela David sin que le sobre paty pezonero por ningún costado.
Me dirigí esta vez al Abasto, el Imperio del derroche desmedido de dólares argentinos, de comida frita y cines enormes con sillas para gente alta que tiene ganas de tener sexo al descubierto y quizás chupar al´guna teta. Caminé de la mano de mi caballero por decenas de vidrieras, notando desmejoras en su ánimo, lentitud en su caminar y una tolerancia casi nula ante las miradas incisivas a los maniquíes. Definitivamente no se debe forzar a los novios a ir de shopping.
El problema raíz no tardó demasiado en manifestarse. Luego del primer local en que el jean hacía de mi culo una imagen horripilante, llegué a otro en donde no solo mi raya anal parecía de 5 metros y medio, sino que los rollos que una tanto tarda en ocultar, rebalsaban engrasando cada costura de cada bolsillo ficticio de la maldita marca.
A todo esto, las vendedoras que siempre apoyan las decisiones de una sin importar cuánto orto tengas dentro y cuánto fuera del jean, tienen el culo como hecho de cera, moldeado y creado para los pantalones que venden en ese local, pero que de ningún modo podrían quedarme como a ellas. Presión doble: El temor a una infidelidad de mi pareja estable en un vestidor con la yegua que me trae talles cada vez más grandes y contornea su cintura por los vientos de Madrid cada vez aumenta más y más y unas insostenibles ganas de huir me desesperan y me hacen salir despavorida en busca de otros horizontes, lejos de su olor a mujer irresistible de Once. Este viaje trajo como consecuencia otras compras no previstas de remeras, hermosas remeras, con olor a nuevo, a rojo con calaveritas, a escote abierto, a cintura dibujada, a dinero repartido al pedo.
Una necesita un jean que cumpla con varios requisitos. Entre ellos podemos destacar: que no saque los fofos del costado, que la blandura de la entrepierna no se note demasiado, que no sea MUY chupín porque los pies sino nos delatan como herederos de la fortuna de Bob Patiño y Pachu Peña, que no achate el culo ni lo engrandezca demasiado, que no marque los pozos del horror ni que viole la cachufla, que no sea demasiado claro por si nos indisponemos sentadas en el bondi (nadie queire que la gente juegue a adivinar formas en las manchas sangiunolientas que tu culo puede mostrar en estas situaciones), que no sea demasiado oscuro así al menos la gente puede aplaudir tímidamente el contorno de tu órgano cagador y finalmente, que oculte la imagen que tu novio tiene de vos en joggin. Palabra maldita: "joggin". No fue un invento para la mujer, de eso no tengo dudas. Hace de lo malo algo peor, blando y con olor a perro mojado que duerme en los jardines del jardín japonés.
La frenética visita a varios locales en la búsqueda del vaquero perfecto ya estaba dándome arcadas de esas que salen con gustito a bilis. Mi ano cansado se manifestaba en la cara de mi acompañante que, aprovechando la situación, entró a un local llamado Lee y se probó UN SOLO pantalón y tuvo 100% de efectividad de compra. La envidia me hubiera hecho comer más de dos plantas de lechuga y hasta choclo, pero no.
Casi por impulso me puse a mirar la exhibición del local vacío, sin vendedoras mujeres, solo jóvenes casi homosexuales o aún descubriéndose como tales. Uno de ellos me llamó entre el silencio. El vendedor, tras varios minutos de evaluar la forma de mi OJT, sentenció:
- Este pantalón apretado te va a quedar bien a la cola.
Me lo probé. El vendedor volvió a sentenciar. Sus palabras sonaron tan dulcemente, tan felizmente, tan con muchos gerundios y signos de admiración:
- Un talle menos y te queda pintado.
Sí. Un talle menos. Mi búsqueda había encontrado el tesoro. Mi culo por fin tenía cubierta celeste calzada a la perfección.
Y nos fuimos. Yo, con mi pantalón chupín (pero no TAN chupín), mis remeras (mis bellas remeras) y la certeza de que siempre es mejor comprar cuando un hombre vendedor evalúa tus decisiones. Después de todo, ellos serán quienes amen u odien la vista que tu colita proporcione, ellos serán quienes griten guarangadas, te inviten a cagar a su casa o a chuparte hasta que salga chocolate, esos dichos de los que una se queja, pero que en realidad, hacen de su día algo maravilloso, erótico y hasta emocionantemente eréctil.