La cocina del departamento que comparto con mi caballero alado tiene una especie de pasillo-patio al costado. Este pasillo, pequeño, similar a un lobby, no tiene techo, está medio a la intemperie y se comunica con el pulmón del edificio en el que vivimos. La puerta de la cocina que da a este pequeño espacio sin techo se mantiene abierta casi siempre, salvo en épocas de frío helador de dedos chiquitos.
Debido a esta distribución geográfica de la cocina es que muchas veces peleamos batallas con polillas, moscas gigantes o hasta pajaritos que vienen en busca de migas de criollita que quedaron varadas luego de la apertura indecente de algún paquete. Pero esta vez, la batalla no sería fácil de superar…
Necesitaba tomar Cepita fría. Era sábado a la noche y el calor me hacía desintegrar las bolitas de caspa de mi cabellera. Me levanté de la cama dejando un cuerpo marcado en chivo sobre la sábana y me dirigí a la cocina en busca del jugo.
En puntas de pie para no ensuciarme las patas, abrí la heladera y justo en ese instante escuché algo extraño. Era como si tuviera a alguien lijando un plástico cerca de mi oreja, pero despacito, con insistencia… entonces la ví. Estaba en dos patas, paradita sobre una escalera que descansa al lado de la heladera. Era una laucha asesina, de 7 centímetros de largo más la cola, gris como la ceniza volcánica putrefacta de las playas chilenas, sucia como el alma de María Leal. La laucha estaba en mi cocina y yo tomé una decisión: nunca más entraría hasta no erradicarla.
Pasó un día hasta que la necesidad de enfriar una Pepsi y lavar platos golpeó la puerta. Llegamos a la conclusión de que durante la tarde el roedor no merodeaba la zona, sino que estaba oculto en algún lugar de la cocina. Este lugar aún no había sido descubierto, por lo cual el bicho, al que ahora llamamos Micky, podía salir de cualquier lugar, sorprendernos en cualquier momento y hacernos lamentar estar pagando un viaje a Brasil en lugar del cerramiento de la cocina.
Me puse las botas altas de lluvia y me até el pelo para hacerle frente al momento. Entré junto a mi caballero al espacio contaminado por la laucha y me acerqué al lavaplatos, pero el miedo pudo más que mi traje antirocelauchal y tuve que irme hacia atrás. Había dado dos pasos cuando escuché “¡hola Micky! Al fin te conozco”. Lucas había hecho contacto con la intrusa. Yo ya corría hacia la cama y cerraba las ventanas en caso de que el animal decidiera saltar y hacer cucharita conmigo.
Cuando mi hombre volvió al cuarto parecía feliz de haber experimentado el encuentro. Estaba entusiasmado, pleno. Me sentí estafada y tomé otra decisión: vamos a exterminarla.
Al otro día, como buenos mercenarios, teníamos lista toda la artillería para eliminar a la laucha invasora. Por un lado una trampera intimidante que sin duda partiría a la mitad al pobre animal, destripándolo y decorando las baldosas de la cocina, salpicando quizás la heladera. Por otro lado unos triangulitos con sabor a muerte, todos verdes, que había que maniobrar con guantes de goma y ubicar estratégicamente en la puerta de la morada del bicho y en los lugares que frecuenta, marcados por su mierda o por sus pisadas grasosas, las que primero había que descubrir.
Tiramos 3 cuadraditos de muerte por la cocina, uno en donde pensamos que vivía, otro bajo el lavaplatos y otro en el medio del ambiente. La esperanza de amanecer y ver a Micky muerta al lado del veneno nos hizo dormir como angelitos.
Eran las 6 de la mañana cuando me desperté ansiosa como la Parca. Esperé a después de bañarme para ir a chequear el estado de descomposición del bicho porque todavía no había demasiada luz solar, pero cuando me asomé por la puerta, la sorpresa no pudo haber sido mayor: no solo no había muerto, sino que había empujado los venenos lejos de los lugares en donde los habíamos ubicado, burlándose de nuestro sistema, avergonzando hasta el límite nuestros espíritus amargados.
Hoy, la laucha sigue lijando los elementos de mi cocina. El veneno ha pasado dos noches sin siquiera haber sido olido por ella. El paso dos será la trampera, las tripas y una muerte funesta. Micky, allá vamos.
Continuará…
22 comentarios:
me caen super simpticos todos estos roedores, el otro dia mate una rata hermosa (con todo el dolordel alma) y me sent muy mal. Igual entre una rata y vos me quedo con vos
Y sino negociá... cuantos trozos de queso porque abandone la toma...
Y si la bañas bien, la desparasitas y la tenes de mascota?
A mis viejos se les metió una rata debajo del mueble de la cocina. Cuestión que es una zona a la que no se tiene acceso, de ninguna manera... de hecho, nadie sabe como llegó el animal ahí. El animalejo chillaba, golpeaba contra las maderas. Algun desprevenido pensaría que se trataba de un poltergeist.
Luego del veneno, esperaron a encontrar al animal muerto. No aparecio. Pero con el tiempo, un hedor comenzó a llenar el espacio. Un hedor que crecia, al punto de hacer insoportable la estadia.
Herramientas en mano, se desmontó parte del memotreto de madera. Y alli estaba. Muerta. En descomposición. Con liquidos gelatinosos saliendo de sus entrañas. Y decenas de animalejos alimentandose de ellas.
Comentario Suprimido: Muero por saber por qué lo eliminaste, autor.
Dami: Gracias por elegirme ante un roedor. Creo que si no lo hacías me suicidaba.
Maldito Duende: Es una buena idea. Le ofrezco dos quesitos Adler porque salva de abajo del lavaplatos.
Kolorada Siniestra: Ya tuve dos ratas y se comieron entre sí, yo las vi destriparse mutuamente. No podría tolerar otra mascota así.
Monsieur: Sus historias, aunque desagradables, son imperdibles. Gracias por compartir tan nauseabunda anécdota.
MUEJEJEJE!!!!!
NO ME VENCERAN. VOLVERE Y SERE MILLONES.
MEMO, MICKI SE MA A MOJAR!!!!!!
micky 1 meli 0
Bien inteligente la rata eh... Era muy gorda?
Sé que son asquerosas las ratas así, sucias, con enfermedades quizás, pero te juro que amo los roedores, es más, tengo un ratón de laboratorio que vive holgazaneando en la ruedita que gira y comiendo... y bien limpito que es!
Nos leemos, suerte!
Meli, tenés lavaplatos? Quién carajo tiene lavaplatos?
consejito? hay unas laminas que se consiguen en cualquier easy qeu son pegajosas
es bueno por:
1- no tenes que ver tripas
2- no tenes que limpiar las pulgas que la abandonan se quedan pegadas ahi con ella
3- consejito ponelas detras de la heladera
lmentablemente soy casi una experta mi edificio estaba plagado hasta que pusimos mallas en todas las salidas y rejillas no pararon de aparecer
o eso o un gato
espero que se valla!!!son bichos horribles
Micki: vas a morir
Iluso: La batalla recién comienza
Rayén: Es re pequeña, es una lauchita pedorra, pero muy viva.
Leo: Le llamo lavaplatos a la pileta donde lavo platos. Abajo tiene una cortinita y de ahí salió Micky.
Karina: Gracias. Lo voy a comprar mañana que vuelvo a tener dinero.
un gusto encontrar una vecina argentina, te cuento que soy de ramos mejía....te deseo lo mejor y saludo grande!!!
Yo le he declarado la guerra sin par a las cucarachas...las odio...en la época de calor me invaden la casa!!!vuelan como aviones de guerra, me miran desde el extremo....amo aplastarlas...elllas o yo!!!!
continuara...?
cuando!?!?
dalmel, no seas laucha y conta como termino la historia!
te quiero
juls
La muy yegua habrá hecho nido después de tanto tiempo, ¿por qué no llaman a un exterminador para que acabe violentamente con la existencia de la usurpadora de cocinas? -palabras de una pacífica vegetariana... vergonzoso lo mío-
Suerte con la matanza; Besos!
te decis la meada por elefantes...
vivis en bs as, tenes casa, laburo..que mas queres en la vida??? yo no tengo nada de eso.. que se puede hacer.
esta bueno tu blog segui contando tus historias que me acercan de mi buenos aires porah.
saludos
Ey muchacha? La intrusa terminó con vos?
Para cuando un post?
primero, por abandono pero primero al fin
Mañana sin falta.
Promesa de scout.
JAJAJAJAJAJAAAAAAAAA
FRÍO HELADOR DE DEDOS CHIQUITOS
"sucia como el alma de María Leal", es muy bueno realmente!!
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