Tener admiradores callejeros fijos es, más allá de lo incómodo y desagradable, bastante interesante. Una sin premeditarlo comienza a preparar su vestimenta motivada por el calor que despierta al andar por determinadas cuadras del trayecto diario. También se va mirando por los vidrios de los negocios para verificar que la cabellera está donde debe y que el delineador no se haya corrido del lugar en donde lo aplicó esta mañana antes de salir a enfrentar a la plebe.
Mi admirador desde hace unos cuantos meses es un guardia de seguridad que habita desde la mañana y hasta alrededor del mediodía en una garita del barrio de Martínez. El hombre, de más de 50 años, tiene esa facha de militar retirado que cometió alguna indecencia: un pequeño robo, una pequeña violación, un pequeño asesinato múltiple. Su garita, su pequeño hogar-oficina de 1 metro cuadrado, apesta a olor a pedo. Pasar por la puerta entreabierta de este cubículo techado deja oler en todo su esplendor al compilado de pedorreadas mañaneras que este fiel cristiano desplegó durante las primeras horas del día, producto de algún café con leche instantáneo o, por qué no, de algún mate cocido con bizcochos de grasa. Algún resabio de limpieza debe hospedar en sus genes, ya que suele ventilar el espacio al tiempo que sacude la alfombra donde apoya sus piecitos y lava su mate en el agua que corre por el cordón de la vereda.
La primera vez que el ex militar canoso y algo negrito decidió comentar acerca de mi subjetiva belleza, lo hizo de la manera más tosca que podía. Asomó su cabeza entre mis tetas y gritó: “Buen día mi amor”. Yo, con la vergüenza elevada al cubo, miré hacia el costado y me focalicé en un grupo de palomas que se procreaban sobre un chalet. Durante esa semana, la emoción de ver a alguien con tetas tan temprano en la mañana logró que mi fan gaseoso no perdiera la atención: además del buen día mi amor pegado a mis auriculares blancos, el hombre comenzó a limpiar el cordón por el que yo transitaba. Ubicaba un trapito y me miraba mientras pasaba por encima. Al pasar por sobre la tela, comentaba en voz alta: “Sí, pisámelo todo”.
La situación comenzó a descontrolarse cuando además de él, un amigo recolector de residuos se sentaba a esperar que yo atravesara la esquina. Ambos, a coro, gritaban ante mi paso: “Buen día mi amor. Te cojo toda.” Las miradas lujuriosas, el olor a mate desprendido de cada piropo, la masturbación que imaginaba dentro del cubículo a minutos de mi paso, el charco de leche colgando de la pared, pegoteando las hojas del calendario… la recreación que se adueñaba de mi mente era nauseabunda.
Descubrí que no importaba cuán lejos de su garita yo pudiera pasar, mi admirador caliente siempre se ubicaría en el lugar preciso para verme pasar, saludarme y mirarme las tetas. Noté que su interés decaía con el invierno. A más ropa, menos ganas de pelar la garompa en plena cuadra. A más ropa, menos escote visible, más campera, igual a escena no erótica. Aunque todavía hacía calor, comencé a usar pañuelos que disimularan las formas. El efecto duró una semana hasta que los comentarios cachondos volvieron. “Buen día mi amor, ¿no me vas a saludar?”, preguntaba ansioso cada vez. De tanto esquivarlo con la mirada, comencé a realmente interesarme por las palomas del chalet. Eran blancas y grises, una de ellas grande como un pollo. Me pregunté si comería carne o a otras palomas, o a murciélagos. Descubrí su nido, sus crías. Llevaba una cuenta mental de cuántos pichones habitaban el techo, de cuántos charcos de mierda habían en la pared de ladrillos y pude ver una mañana cómo un exterminador de palomas colocaba una trampa asesina para aniquilar a los bichos, para que quedaran clavados al techo, impidiéndoles cagar, reproducirse y vivir.
Hace 4 días opté por un camino alternativo al trabajo para evitar cruzarme al gediento amigo cincuentón. Una cuadra antes de su esquina, doblo a la derecha y camino 4 cuadras al pedo para llegar a destino. Sus piropos ya no me hacen feliz. Su saludo mañanero ya no levanta mi autoestima. He perdido la motivación para el vestuario, para el cabello y el maquillaje, pero hoy, por primera vez en 6 meses, el miedo a ser violada repetidas veces dentro de una garita con olor a pedo desapareció de mi mente.
11 comentarios:
Entiendo que si alguien te dice 'te cojo toda' no te sientas muy alagada. Pero tu paranoia no tiene límites... Si nadie te dijera nada te sentirías fea, poco deseada y deprimida, y harías un post diciendo que nadie te da bola, amenazando con cortarte las venas...
Hacete cargo de tus tetas y listo, y mostralas con orgullo!
El tipo definitivamente es un boludo, a las mujeres hermosas que ves todos los dias, no se les dice nada... se perdió de seis meses de verte pasar.
Me quedé triste por las palomas... les pusiste nombre al menos? y no me digas "a la grande le puse Cuca..."
Suerte!
por fin te leo otra vez y me volvés hacer cagar de la risa. De pronto la garita apesta a olor a pedo y yo largo una carcajada estridente, y mis hijos, ya grandes, me inquieren acerca de mi enclenque salud mental.
Mirá, chiquita. Lo peor que puede pasarle a una, (te lo digo por propia y cruel experiencia), es que ni los basureros, ni los albañiles, ni los guardias de seguridad, te digan nada, ni siquiera "te chupo toda, mami".Eso significa que tiene sentido que tengas hijos, ya grandes.....
Un placer leerte
Leo: Como si me conocieras... jejejejeje, Paranoica sho??
Word: Sí, es un pelotudo. Las palomas no tienen nombre, son palomas. Igual, a la más grande le puse Cuca.
Claudia: Siempre habrá un pajero dispuesto a decirte una guarangada. Te invito a caminar por Once. Gracias por leer y mandale un saludo a tus hijos de mi parte. Nunca los acerques a este blog o te van a censurar la computadora.
Ya los acerqué. Y se cagaron de la risa con tu historia del cumpleaños de tu hermanita con el que yo, directamente, me morí.
Y te aseguro que ya no me dicen guarangadas ni los retardados mentales. Pero bueno... Me las han dicho, que cuando era jovencita, era una diosa
Mil besos para vos
peor sería que te tocara el culo cada vez que pasás----
Peor es que nadie te de bola.
y eso q nunca te cruzaste con un cabeza cordobes de esos que te ponen los labios carnosos de indio involucionado al ladiiito de la oreja y te dicen de corrido con una voz rasposa:
TECHUPOELPAPO
DIOSSSSSS
sos lo mas sabelo!!!!
tu tocaya melisa
Muy buenoo!!Me encantan los condimentos escatológicos que usás.
Buenísimo tu blog, te felicito!!
¿Ya no hay más palomas?
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