jueves, junio 28, 2007

Hacia el futuro

El medio aguinaldo se manifestó con la fuerza del Dios de las Vírgenes Peladas y esparció felicidad al estilo Hare Krishna por cada rincón de la ciudad. Hay quienes dicen que las vacaciones tienen el mismo impacto, pero yo difiero completamente con ellos: al mes siguiente, las vacaciones se descuentan mientras el medio aguinaldo es un regalo a los cuerpos cansados, frío y muertos que ya en Junio solo piden a la vida un descanso, algo por lo que seguir latiendo sin necesidad de matar canarios para satisfacerse.
De cualquier modo, nunca es completa la felicidad. En mi mente perturbada flotaba la idea de un aguinaldo millonario, rebalsado de billetes de cualquier color, con el que iba a cambiar mi vida, comprarme ropa decente, un corpiño que no ceda con el peso tetal, un pullover de calaveritas que ya luzco felizmente mientras los que me ven pasar dudan ahora si la muerte existe o soy solo una ilusión y, además de todo lo mencionado, compraría un MP3 para alivianar, aunque sea un poco, los viajes matinales, las tardes de 60 o los viajes a Quilmes a visitar a la familia (una tiene un lado sensible, vieron).
Como siempre, Mercado Libre me ofreció la mayor cantidad de variedades existentes en la categoría tecnológica que buscaba y hasta me llevó un paso hacia adelante, hacia la evolución: el MP4. En el tiempo que tardé en percatarme de la diferencia que residía entre en 3 y el 4 podría haber visto Arma Mortal 1, 2, 3 y 4 de atrás para adelante y buscado mensajes satánicos en "El Capo" del mediodía. Finalmente comprendí: el MP4 tiene videos.
El precio suculento me llevó a comprar impulsivamente, sin siquiera chequear el stock de colores. En el camino hacia el local pensé las opciones. Me imaginé portando un aparato verde, o amarillo o peor, rosado. Me ví luchando contra su maldito manual en la mirada de todos los pasajeros del subte, pegándole a la tecla de MENÜ de modo compulsivo en un ritual cavernícola que terminaría con la muerte solitaria y penosa de mi dedo índice.
Llegué al local a dos cuadras de mi casa. Bendita la cercanía. Subí una escalera dudosa y me recibieron unas diez personas con caras de miedo y gestos de "nosoypoliciayesperoquevostampoco". Unas muchachas rolingas educaban a cada cliente sobre cómo usar éstos delgados piringundines. Un viejo gritaba una frase sin respirar: "Dice noudiscnoudisc". La chicuela lo consolaba en su ignorancia y le explicaba cómo formatear de manera sencilla.
Recé para no ser yo la próxima en gritar. Quince minutos más tarde, me atendían a mí. Varios nenes molestos jugaban con autos y hacían ese ruido que los pendejos asocian con ruido de motores y los adultos no olvidamos jamás: rumruuuuuummmm rrrrrummmm. La violencia está a flor de piel.
Mi vendedora me ofreció todos los aparatos que tenía, intentó convencerme de que hablaban, contaban chistes como Matías Alé (el hombre a quien más aborrezco desde que Baby Etchecopar ya no es tan popular) y hasta que chupaban entrepiernas. Mi NO era rotundo, me convertí en su pesadilla, en una lucha personal por venderme algo más caro. No lo logró.
Me dio mi MP4 en color negro. Me pidió casi llorando que guardara bien la garantía escrita a mano y con un mail de hotmail como contacto, como toda empresa seria (...) y que no le quitara los plásticos transparentes a la pantalla. Arruinó la mejor sensación de una nueva compra: sacar ese plástico de mierda que huele tan bien. La odié con la misma energía que a Alé.
Esta mañana, luego de una tardenoche de absorver conocimientos sobre el aparato, me lo colgué al cuello, sintonicé la radio porque aún no le injerté temas grabados, me lo metí entre las tetas para dificultar su robo y caminé feliz hacia el subte. De más está decir que en el subte la radio no funcionó, pero el solo hecho de tener los auriculares blancos (para que se vea mejor la cerita desprendida) adornando mis hombros hizo de éste jueves un placer absoluto.

martes, junio 26, 2007

Circuito eterno

Mañana es el último día para que emitan sus votos a éste blog. Les recuerdo el procedimiento mis queridos: Un PUTO click en el cuadradito que está a la derecha de su pantalla, arriba y dice VOTAME!. Agradeceré su colaboración.
Ahora sí, lean. Es un posteo corto, como pito de sodero.


Quizás motivada por la reciente muerte del Doctor Sokolinsky o por el frío incesante, el viento sudoroso o el choque de Catherine Fullop en la Panamericana, me dispongo a volver, a retornar al sistema entre mocos, tos, parásitos anales y un dejo de olor a huevos que me persigue desde que un viejo extraño se sentó a mi lado en el subte.
Tras el robo de mi billetera, celular, llaves e inocencia de hace un par de semanas, debí cancelar mis tarjetas de débito y ésta semana era mi obligación moral con el Banco Standard pegarles un llamadete para ver la situación actual del trámite por mi nuevo plástico:

- Standard Bank, buenos días
- Hola... sí... llamaba para ver qué pasó con mi tarjeta... tenía que llamar a ver si ya estaba en el correo para arreglar la entrega en mi casa en un horario en que pueda estar...
- Qué tarjeta? (Esta frase denota que la muchacha se quedó a dos palabras de mi frase anterior, por lo que seguramente tendré que repetirme)
- La de débito
- Ok, ¿Qué es lo que debe chequear señora?
- Señorita. Tengo que ver si ya estaba en el correo para arreglar la entrega en mi casa en un horario en que pueda estar...
- Muy bien, la transfiero a denuncias.
- Standard Bank, buenos días
- Hola... sí... llamaba para ver qué pasó con mi tarjeta... tenía que llamar a ver si ya estaba en el correo para arreglar la entrega en mi casa en un horario en que pueda estar...
- ¿Usted recuerda su clave Banking Hola?
- Mi what? Qué carajo tiene que ver eso con la vida?
- .... tiene 4 dígitos.
- Ehh... No me acuerdo
- Segura?
- Sí, ¿necesitás que me lo tatúe en las tetas para que me creas?
- Ok, la transfiero al servicio Hola así cambia la dirección. Tiene que ingresar con su clave.
- (ansias de freirle el clítoris a temperatura máxima) No lo recuerdo
- Póngala mal 3 veces así sale un operador
- Dale, no hay problema, me gusta ser forro de alguien de vez en cuando.
- "Bienvenido al servicio HOLA"
- Clave mal 1
Clave mal 2
Clave mal 3
- cri cri.... cri cri.... cri cri....

Aún no tengo mi tarjeta.

miércoles, junio 13, 2007

Meame que me gusta

Pienso en la Virgen María, en su garche mental con el Espíritu Santo. Pienso cómo pudo no haberse dado cuenta de que Jebús estaba entrando poco a poco por cu cachufla, cómo José no notó que su mujer gozaba por primera vez en su matrimonio y cómo ningún vecino vió un halo de luz entrar a la casa pobre del carpintero para provocar sin más, el adulterio. Todos estos interrogantes no tenían respuesta… hasta hoy.
No sé ni cómo ni cuándo, ni dónde ni por qué, alguien se llevó mi billetera, mis llaves y mi celular horrible de pantalla azul. De pronto me encontré en Martínez, trabajando y sin un centavo en la mochila.
Es interesante remarcar que mi billetera no tenía ni siquiera polillas, mis llaves tenían un llavero bellísimo y mi celular, repito, era una garcha.
El odio irrefrenable hacia los punguistas, hacia esos hábiles violamochilas me tiene apresada, indignada y hasta premenstrual sin necesidad de estarlo.
Las tarjetas deben ser canceladas, la de débito debe ser eliminada con rapidez al mismo tiempo que la cabeza maquina y maquina “seguro ya compraron vibradores a mi nombre sin siquiera presentar el DNI que sabiamente no guardo en la billetera”.
El carnet de la obra social debe estar tirado por algún buzón, sucio y embarazado de delito. Es el único testigo… junto a la tarjeta de Coto, un bien altamente preciado cuando las bolsas pesan mucho para ser llevadas a mano.
Mi pase del subte descansaba en mi bolsillo, por ende no fue hurtado y me permite al menos completar la segunda mitad de mi viaje, pero no evitan la necesidad de poner cara de limosna y apretar los cantos del ojete para que los amigos laborales colaboren con el pasaje del 60. Qué colectivo de mierda. Si hoy fuera el día del Juicio Final, el momento en que las cuplas son saldadas, los pecados castigados y los premios otorgados, mi máximo placer sería incendiar la Terminal del 60. Más tarde, iría a Congreso de Tucumán y cagaría sobre la escalera mecánica luego de comer verdura. Finalmente, entraría al supermercado chino y me robaría un paté. En ese momento, precisamente en ese instante, volvería la felicidad a mis pechos.

viernes, junio 08, 2007

Un travesti gaseoso

Mi culo redondo está sentado en el subte entre medio de dos palos metálicos. Ya no me molesta, puedo adaptarme a eso, a tener a un tipo sentado sobre el palo apoyándome el bulto en la nariz y hasta puedo adaptarme al olor a perro mojado con semen de Sandro que tiene la señora que está sentada al lado mío.
Facultad de Medicina está tan lejos aún...
Un travesti se para delante mío. Tiene la bragueta abierta, por lo que puede verse claramente su falta de concha y su abundancia de matambre casero guardado en la entrepierna.
No puedo dejar de mirar sus cachetes. Parece que almacenara litros de leche descremada en sachet en cada pared interna de la boca. Además, algo que me resulta incríble es la blandura que transmiten. Tengo la certeza, la absoluta seguridad de que un dedo apoyado sobre ese flácido cachete será absorvido hasta salir su punta por el ojete del traba, succionado como nunca, o como siempre, con total placer.
De pronto un sonido como de pedo. Otro. Y otro. Y... otro más. "Es extraño que el olor no se haga notar... suena caldoso, caliente y hasta baboso", pensé. Mi vista se fijó nuevamente en los cachetes del travesti. Qué feo era. Y, por lo visto, también ruidoso.
Me percaté de que el androide emanaba pedos por la boca, hacía constantes sonidos babeantes y se limpiaba la saliva excedente de sus costados labiales en lo que parecía ser un polar de manga larga plenamente desagradable.
Cada vez que creía que había cesado, los gases bucales volvían a comenzar con más y más fuerza. Pensé que quizás cagaría también por la boca. Imaginé mares de mierda apoyados en su lengua, usándola de tobogán para deslizarse hacia afuera y caer, pesada, olorosa, en mi cabeza y luego en el piso del subte. Creé una imagen mental del travesti cagándose mierda encima, pedeando por su boca y cubriéndose a sí mismo en caquita blanda, lo imaginé untándose sus pechos gordos y carnosos, sus pezones peludos... todo lleno de mierda.
La dama sentada al lado mío me miraba cómplice, sonriente, sin saber cómo disimular la gracia que le causaba el esperpento pedante que nos tapaba la sombra y mientras tanto disulaba las ganas de cagar que le despertaba el sujeto con sus soniditos hincha pelotas. Amagó ella a pararse y temí por quién ocuparía su lugar. Le rogué que se quedara un rato más, que no se levantara porque de hacerlo, Gasman tomaría su lugar, en consecuencia los ruidos sonarían más cerca de mi oreja y eso llevaría a la desgraciada muerte del travesti en mis manos con guantes negros, perfectos para el crimen.
Pueyrredón llegó de pronto y así sin más me quitó su sonido, su erótico cabello de muñeca vieja, su bragueta abierta y su polar horrible. Extrañé su presencia, sus peditos, su imagen en mi cabeza. Lo vi irse con su bolsa de COTO abrazada a la axila. Seguía pedeando con gracia y estilo. El travesti gaseoso se merece mis respetos.
Amén.

lunes, junio 04, 2007

El secreto mejor guardado

La mañana del domingo me despertó con estrellas aún saludando desde las alturas y la almohada en la perfecta posición y blandura, como siempre, como cada mañana que debemos abandonarla mientras odiamos la vida, el despertador y al profesor que hace que trabajes un domingo, su madre y todas las figuras femeninas que lo rodeen en éste momento.
Las elecciones ya eran el tema de charla de canal 26, por lo que asumí que si a las 7 ya estaban a pleno como Wandanara en la revista Hombre (se abre los cantos cuasi como Naza Vélez con el caño santo de la gronchez), el resto del día sería bastante monotemático.
Con la velocidad que caracteriza mis levantadas matinales, me vestí, caché el grabador y, acompañada por mi caballero fiel, me fui a sentar a la puerta de la escuela 26, en pleno Palermo, rodeada de la mejor crema pastelera del país, con ponchos cool y un aire bostero encubierto.
Mi objetivo máximo era el encuentro con la diva, la increíble Mirtha Legrand, dueña de los almuerzos, de la historia argentina del cholulaje y de la ropa más brillante del mundo entero. Desde sus 18 años Mirthita votó en la 26, siempre a la mañana, razón por la que éramos más de 5 los pelotudos cagados de frío esperándola.
La señora no estaba en el padrón, pero rápidamente un guardia de seguridad me informó que quizás por sus influencias no aparecía, es demasiado grosa para verse en un cartel rosa pedorro pegado en una pared.
Mirtha no llegaba, pero prontamente se me acopló un guardia de la policía federal. Un tipo de bigote y un aire a Marcelo Mazzarello, pero sin la nariz. Me contó que la señora en una denuncia por unas joyas robadas tuvo que confesarle su edad, tuvo que darle el dato más preciado de la farándula argentina y ahora él cargaba con el secreto.
Alrededor de las 9 de la mañana, tuve el encuentro más esperado. Camilo, el ex notero de Intrusos apareció con una botella de agua que bien podría meterse en el orto y circuló por el colegio a modo de estrella fugaz (estrellada y hecha pija contra el asfalto de la Panamericana).
La mañana avanzaba lentamente y las viejas con jorobas abundaban. Autos lujosos amagaban con traer a Mirtha, pero siempre caíamos en la desilusión. Un fotógrafo abusó de mi cara de “nuevaenesto” y me pasó su teléfono para avisarle el momento preciso en que llegara la vieja blonda, él iba a ir a esperarla a su casa, a 4 cuadras del lugar. Allí me quedé. El viento le daba espesor a mis mocos verdes que iban asomando cual pelos por los agujeros de mi napia. Por minutos no sentí el culo y creí que ya nunca podría cagar en un inodoro sintiendo el calor en mis cachas, era tan lejano… necesitaba tanto un café.
El policía conocedor de la Legrand quiso ser mi amigo y se acercó varias veces a hacerme algún chiste del estilo “es un sobaco de tortuga la Mirtha, está llena de arrugas”. Al momento me sonreí, pero por dentro solo quería hundirle las pelotas en miel y servírselas en bandeja a una jauría de abejas viciosas.
Cuando ya la mañana, el mediodía y la vida se pasaban ante mis ojos frustrados y la señora seguía sin aparecer, me dije a mí misma que quizás estaba garchando salvajemente con el fotógrafo o quizás habría muerto antes de votar, lo cual giraría por completo mi relato posterior. Pero no. La señora estaba en Pilar, en una quinta y en ningún momento se acercaría a elegir a Macri.
Ahí entonces, decidí atacar a mi policía de confianza. Zambrini sabía la edad de Mirtha, eso que ni Rial, ni Ventura, ni Moria Casán saben, pero Zambrini sí. Mirtha, la misma que hoy no votó, la misma que comió en la misma mesa con Victoria Onetto en su máximo apogeo, esa misma señora arrugada y de piel tirante… tiene 87 años.
Grande Mirtha. Gracias Zambrini.