miércoles, febrero 08, 2012

Todas Putas

Columna publicada en la edición de enero de Revista Mavirock


La mayor de mis hermanas menores tiene ahora 11 años. Hace dos, en un cumple feliz, una pelota con la que estaba jugando se le queda trabada en una esquina del techo del salón de fiestas. Automáticamente me acerqué, intenté bajarla de un salto, pero no llegué. Entonces le dije: “Linda, ¿te hago upa así la bajás vos?”, y antes que llegara a agarrarla de la cintura para elevarla hasta buscar el juguete, la pendeja me miró con ojos venenosos y dijo: “No, Mel, estoy esperando que venga a hacerme upa el animador”, un pendejo de unos 18 años, ojos celestes, vestido con una chomba de Mickey y aureolas de transpiración marcadas bajo la axila. En ese momento la imaginé tirando piolas a los 12 y, para mí, fue el fin de la inocencia.


Mi primera depilación fue a los doce, obligada, porque tenía un acto escolar al aire libre, quería ponerme bermudas y mi vieja me dijo “¿Melisa vos pensás ir a desfilar esos cardos?”. Me presentó a una maquinita de afeitar y arranqué con media pierna, dos tajos y pelos de la rodilla para arriba. Es que era muy complicado sacar todo el acumulado de miles de meses. Tenía los cuádriceps aptos para ser trenzados, pero realmente no me importaba… la chance de que alguien se acercara a acariciarme la gamba era menos factible que aprender a tejer usando fideos de arroz.

De pendeja me tocaba frotándome con una almohada. Era todo un evento. Primero me apretaba velozmente y con dedicación un buen rato y, para terminar, al no conocer aún el orgasmo, el fin del acto correspondía meramente a la agitación y la taquicardia. En ese instante final varios pares de medias y un peluche eran ubicados bajo mi remera pijama y simulaba un embarazo posterior al acto masturbatorio. Hoy solo puedo confirmar que he crecido porque mi única constancia es para con la toma de pastillas anticonceptivas. Hasta me toco con guantes para evitar que se inspire cualquier Espíritu Santo.

Mi primer beso fue a los 15 y mi primer polvo a los 18, en un jeep naranja, al costado de una plaza. El segundo en un polo blanco y con otra persona. Quizás era una señal para dedicarme al automovilismo, pero igual me hice periodista. Y lo primero que investigué fue la prostitución en el barrio de Flores y Floresta. Para ese entonces, como mucho, tenía en mi haber unos 4 revolcones con desconocidos (y contando los 2 anteriores).

Hoy, las pendejas vienen putas desde antes. Algunos le echan la culpa a la tele, otros a la ropa, otros le echan uno, dos, los que pueden y después van presos. O no. Las minas de 25 ya no competimos entre pares, la que trata de cagarnos un novio es una putilla de 16. Porque tampoco tienen códigos, mucha solidez, mucha tirapete precoz, pero hay que pegarles un sopapo en la mano cuando te quieren robar el plato de comida que tanto venís remando para mantener caliente.

Es una realidad y reitero: Las nenas vienen putas. Entonces, si usté tiene una hija, una sobrina, una sub 12 a la que aprecia, foméntele el lesbianismo y evite riesgos. Enséñele los beneficios del mejor método anti embarazo del mundo: no coger y, sobre todo, enciérrela sin Internet, solo vístala con joggings y remerones y, ante cualquier duda, use la frase “los pitos te harán llorar”. No piense solo en su bien, ni en el de ella. Piense en todas nosotras.