martes, febrero 27, 2007

Del polvo al polvo

Y dale gas nomás. Nos despertamos meados por un elefante tecnicolor que vuela y vuela y camina con paraguas por la vereda mirando al piso y cagándose en los pobres forros que, desprevenidos, no tienen más que una carpeta o un esnorquel para enfrentar al temporal. Un placer esta Buenos Aires con lluvia, genera emociones tales como la intolerancia hacia la mierda mojada en la vereda, las ampollas vaginales y el dolor de articulaciones, sobre todo la que une el culo a la cama a las 8 y 22 cuando el celular comienza a gritar y “un nuevo día comienza”, feliz y rosado como el culo de un bebé de mierda que nada debe hacer de su vida más que tomar la teta de Pamela David, mujer que odio desde que encontré su Playboy en mi baño (hecho que creo ya haber mencionado, pero sigue enervándome como el primer momento del hallazgo).
Hace unos días el destino de un trabajo con ráfagas de emoción me llevó a bordear el Hipódromo. Los caballos, deshidratados o dormidos, escondidos en sus casillas, me miraban pasar chorreando transpiración y se sonreían sabiendo que pronto el sol haría en mis hombros estragos irremediables.
El polvo comenzó a aparecer a metros del Lawn Tennis. El cielo se veía empolvado, la gente estaba empolvada y los pisos, íntegramente constituídos de cenizas de fans de Independiente, absorbían el calor causando un “efecto desierto” en los espectadores que lejos de ver el tenis, se concentraban en los juegos de Prosegur que ofrecía un simulacro de una carrera de motos para ganarte un gorro de paja o una mini raqueta de plástico amarillo, excusa perfecta para mirarle de cerca las tetas a las promotoras gatunas.
Cuando finalmente comprendí que podía jugar a ser millonaria porque mi cinta lila que dejó una marca en mi muñeca luego de posar al sol del mediodía, tenía una inscripción que la separaba del resto: Mi cinta era VIP.
Entonces, entablé amistad con un guardia de seguridad que amablemente y sin intenciones sexuales ni violatorias me mostró las instalaciones y me guió al Palacio del Rey de Basto donde había comida gratis y decenas de heladeras con botellas de gaseosas, aguas con gustos contemporáneos como lima limón finamente gasificada, será que da menos pedos, vaya Jebús a saber… Intenté, claro, robarme botellas de gaseosas ya que el dinero no solo escasea sino que falta, pero me cacharon en el intento. Sin importarme, me senté a comer una ensalada de rúcula, salmón ahumado y pedazos de algo duro y crocante. Más tarde, descubrí un plato de sushi desnutrido que se servía en otro sector y pegadito a él, tres mesas. Una cubierta de panes de todos los estilos, formas fálicas y olores posibles; otra con numerosos platos de innovadores purés, si, purés, de color amarillo, blanco, naranja y hasta rojizo (todo es rojo, es la onda). Finalmente, la tercer mesa solamente tenía postres en vasitos, cosas elegantes que uno no come para no hacer el papelón chorreándose la remera de chocolate o golpeándose la nariz porque no le entra en el diminuto vasito de mierda. Dios, si me habré traumado en los cumpleaños de la infancia.
El rumor disparó que Chela estaba jugando a metros de mi ubicación, pero para qué cagarse de calor cuando se puede estar en una carpa blanca sin docentes llena de comida, bebidas y hasta teléfonos e Internet gratis.
Lugar exótico el Lawn Tennis Club. Es el criadero de unos bichitos similares a piojos, pero más transparentes que saltan y vuelan y te cagan la vida porque tenés que estar todo el tiempo con la boca cerrada escuchando sin sonreír los gemidos de la película homosexual que se desarrolla bajo un cielo rojo, ante cientos de ojos cubiertos por el sol, pero seguidores expertos de pelotas diminutas.
Memorias, recuerdos, paseos por Buenos Aires. “Estamos en el fondo del mar”, diría mi Tío Charly golpeándose la puntuda panza y dibujando puteadas en el medio de la mesa porque no puede descubrir el sentido de la frase “ir de cuerpo”. Sigue lloviendo. Un grandioso día en la ciudad. Ojalá me encuentre un mono y pueda llamarlo Gervasio.

miércoles, febrero 21, 2007

Regístrese Aquí

Tras haber ganado el único concurso de mi vida gracias a un diario digital, además de una bicicleta que me entregó el mismo Castrilli cuando yo aún era una infante y hasta me hizo dar una vuelta sobre el escenario para disimular un poco la boludez de todo el evento, procedí a anotarme en todos y cada concurso de la televisión, la gráfica y la Internet argentina de un modo casi frenético y compulsivo como el que poseen los adictos al Nesquick en polvo.
Paseando por el Buenos Aires digital me encontré con varios diarios con fotos de Jesica Cirio en culo, realmente es grandioso como mantiene esa forma circular sin mostrarse afectado ni por la gravedad, ni por los jeans y hasta apuesto dinero a que con joggin debe verse igual o mejor. Al margen del comentario lésbico, descubrí mi amor pasional por Jorge Rial y mi odio irrefenable por Reina Reech que simplemente me enerva la cabeza desde que empecé a confundirla con Cris Morena, figura detestablemente felíz.
Me dí cuenta con el paso de los minutos que si mis intereses de lectura iban más allá de la portada, debía crearme las los tan temidos Usuario y Contraseña para participar de un sorteo de entradas para ir a ver Rocky 6 que después de ver la mitad del musical Sweet Charity y darme cuenta de cuánto odio los musicales, es arte para todos los sentidos, hasta el anal (sentido poco desarrollado hasta hoy). Como un dúo para que la memoria se frustre, se achique o se torne previsible, estos miles de millones de dígitos que pensamos recordables hasta el momento de recordar cual usamos en esta pagina y cual en las 48 restantes, nos hacen indignar a veces a tal punto que preferimos volver a minijuegos.com y olvidar el mal rato jugando al tetris o al bubble. Gran juego, dicho sea de paso. Es increíble lo de buen humor que lo pone a uno reventar burbujas de colores con un arma que maneja un bicho horrible, pero sonriente, como Julian Weich.
Pasé entonces a usar mi estrategia, el plan que yo sola invente y el que creo es el modus operandi que llevará a los porteños a dejar de preocuparse por las claves: Usar siempre la misma, junto al mismo usuario, claro. Esto puede traer daños colaterales como que si alguien adivina tu clave de Gmail también lo hará de la tarjeta Banelco, el Club de Leonas en celo al que te uniste para salvar a los animales de la contaminación del café de filtro y del tan temido y lleno de secretos portal de correos: Hotmail.
Elegí mi usuario para La Nacion entonces, tal como cada vez y luego mi clave sin titubear, la tenía en la mente, como siempre, y en la billetera y en cada cuaderno nuevo que compro, por las dudas vió… Terminé de llenar mis datos personales en los que tan incisivos son en algunos aspectos como el laboral. Todo quieren saber, desde el cargo que tenés, al que aspirás, por qué te echaron, qué aprendiste en el camino y a cuántos les hiciste una chupada de lóbulo para ascender.
Una vez pasada esta etapa, viene la confirmación de clave y la pregunta secreta que no es más que otra cosa más que uno debe recordar. Primero hay que acordarse de qué pregunta elegiste, si la mascota de la infancia, el nombre de tu club, el de tu hijo o el color de la bombacha de la del cyber. Y después, según el ánimo que tengas, depende la respuesta. Hoy tu color favorito puede ser el caoba como ayer podría haberlo sido el marrón caqui que usan las chicas de los bancos. Tu mascota podría ser Picuca que murió tras comerse una goma de borrar o Sasha que era una perra grandiosamente hiperactiva y violenta, pero muy cariñosa, tanto que un día quiso sacarme una lagaña y me terminó desprendiendo la retina del ojo. Pero no, esta vez, La Nación me dio lugar al asombro. Decía: “Escoja una pregunta que lo haga recordar su clave al momento que se la olvide”. Grandioso.
Vale mencionar que esta mañana al llegar al trabajo y terminar de revisar primiciasya.com , intenté ingresar a La Nación para inscibirme en un concurso de los Oscars y nuevamente, había olvidado mi clave. Qué grande esta tarjeta…

lunes, febrero 19, 2007

Viciosas y voladoras

Será por el reciente frío o por la intolerancia a los infantes que este verano estoy desarrollando, pero la sordera que esta mañana me atacó no deja que pueda escuchar ni siquiera el sonido de mis propios pedos caldosos luego de una cena gorda y sin postre.
Volvía yo de Quilmes en el auto con mi padre cuando avistamos palomas en la calle Belgrano. Eran decenas de ellas, todas blancas y negras, con esa característica que las hace únicas e inigualables: su maldito olor a una nada que molesta. El acto reflejo de estas gallinas defectuosas siempre es correrse y volar ante el movimiento de algo situado en su cercania, pero no. Este no era el caso de esta paloma. Ergida mirando al Fiat Uno como Santo Biasati indignado por la contaminación del Himalaya, el animal mordió su galletita que estaba en medio de la avenida y al ver que no podía llevarla consigo si decidía volar, se dispuso a morir allí mismo. La viciosa paloma mascó migas con la velocidad que aspira un ornitorrinco el orto de su mama jirafa y justo en el momento en que el animal con menos funciones útiles del zoológico iba a dejar de ser parte de la Plaza de Mayo, mi padre tuvo piedad.
La noche llegó al barrio de Once. Fuera de traer una paz interior, las noches del domingo tienen un efecto devastador, deprimente y hasta suicida, como hemos tratado previamente en este mismo espacio. Habiendo ya decidido qué comer, volvimos a la habitación solo para poner la mesa sobre una tabla en la cama y ahí estaban ellas. Eran dos. En otra etapa de mi vida hubiera huído a llamar a los Cazadores experimentados de esta especie, pero como esta vez estaba acompañada, preferí no temer aún cuando la palabra "cagazo" estaba cobrando en mi estómago su real significado. Lucas tomó su alpargata a cuadritos, yo una toalla amarilla y me dispuse con ventilador de pie en mano a espantarlas con una rafaga de viento. Esto solo logro que la polilla del demonio volara esta vez con mas determinacion que antes para meterseme en la abertura de mi vajina cubierta por una bombacha roja de alto contenido sexual. Escapé a los saltos sin lograr matarla. Mi caballero arrojó su alpargata para pegarle al ave del demonio, pero el mismo miedo impidió a sus funciones motoras desarrollarse con normalidad. Enfocados únicamente en una de las polillas, perdimos el rastro del otro animal constituído enteramente de pelusa radioactiva y se nos apareció atacando por la espalda para hacernos salir del cuarto y hasta reconsiderar la idea de dormir en otra habitación.
No, no pueden vencernos dos polillas. Tres quizas, cuatro... mas que seguro, pero dos no.
El raid estaba fuera de discusion. Mas alla de ser matacucarachas y alimenta polillas mutantes, nuestra comida ya estaba sobre la cama, no podiamos ponerla en riesgo. Entonces, finalmente y luego de varios intentos fallidos, nos arremetimos a los animales del Purgatorio como quien tiene un hambre voraz y no quiere que estas milimetricas mierdas arruinen el ultimo momento sin trabajo hasta dentro de 7 dias. Agarramos un escobillon pensando que la mataria... solo logramos romper el escobillon. Sin quererlo ni pensarlo las dos polillas ahora eran tres. Logramos auyentar a una al exterior, lo que hizo que nos encerraramos para matar a las restantes o alejarlas lo mas posible de nuestra ubicacion. Nos sentamos en la cama. Estaban escondidas. Comimos, pero la paz no lograba volver a la habitacion.
A mitad de la noche otra de las conchudas salio a la luz de la tele y se abrazo a mi botella de agua. La paralisis del miedo nos hizo gritar, correr y arremeter a palos a ese animal de mierda. Tal fue la desesperacion, que la ultima integrante del trio escapo como la primera para volver a encontrarme esta mañana en el baño, mirandome con sus ojos de nada, debilitada por el sol, esperando la muerte que finalmente llego con la suela de mi zapato. Polilla de mierda...

Moraleja: Todo lo que vuela te caga la vida.

miércoles, febrero 14, 2007

Valentín

Y vamos caminando por la ciudad pintada de corazones eróticos y peluches felizmente casados. Hoy las perdices se comen al escabeche más que nunca, los bombones calientes como diarrea después de comida china descansan en una mesa de luz de alguna novia sorprendida. Las flores, llenas de moños, firuletes y parásitos de la lechuga no dejan de venderse como garrapiñada calentita en el río de Quilmes.
Es San Valentín, la Navidad más discriminatoria de todos los tiempos, adoptada como propia como el día de la cerveza, el del duende verde que se llama Patricio y la Fórmula 1. El que tiene pareja se pasea vestido de rojo por los lagos de Palermo que para las 12 del mediodía ya rebozan de semen expulsado periódicamente cada 7 minutos por diferentes pares. Los novios cantan Luis Miguel y se hablan al oído palabras melosas que embadurnarían de almíbar a Marta Minujín y la tirarían de un tobogán para caer en una pileta llena de hijos no reconocidos de Pablo Echarri.
Los no novios, por otro lado, lejos de estar felices, sienten el odio rebalzar de sus amígdalas. El amor apesta, el amor molesta, ocupa bancos de plaza, lo fuerza a uno a ceder voluntariamente a pasarse a un asiento individual porque ELLOS te miran como perros tirados porque quieren sentarse juntos los muy boludos... el amor.
Me pregunto qué habrá hecho Valentín para ser Santo. Quizás fue el primer conchudo que se pajeó crónicamente por una misma mina sin nunca tocarla, se hizo santo y automáticamente una mujer suspiró y dijo "ahh que romántico" y ahora resulta que el amor platónico esta de moda, y ni que hablar ponerse de novio para esta fecha, eso es el hitazo del verano, CTI. Las miradas penetrantes de los solteros, poseídas por Julieta Venegas te gritan desde la profundidad "eres para mi" y hasta llegan a toquetearte las manos sin intención para ver si se produce el flechazo. Pobres, lo más parecido al flechazo que se puede encontrar es una espada en el orto practicando esgrima.
Y así estamos. Enamorados. Solteros. En trámite. El que recibió regalo lo expone en el balcón, el que no, simula no sentir enojo aunque muy muy adentro solo quisiera comerle los cayos a su pareja fría y sin corazón. Es San Valentín y las vidrieras demuestran que no podemos evitarlo, las películas parecen no tener otro tema para debatir y hasta el noticiero lucra mostrando cuánto amor aún sienten un par de abuelos después de mil años de casados y 990 sin sexo.
No hay escapatoria, no hay salida.
Hay que disfrutar del 14 de febrero.
Regálese un vibrador... y lubricante. En cantidad.

viernes, febrero 09, 2007

Dime que no

Uno se levanta en febrero sintiendo que falta poco para que termine el mes, es como una sensación colectiva que alguien en algún momento de la vida nos impregno. Son solo 3 días, pero cada persona con la que te quejes de la economía, del calor, del trabajo, de los pitos sucios, te dirá: “Igual este mes es corto”.
Cada mes en el que la sangre fluye por mi bombacha recordándome lo feliz que soy de no ser madre aun, me arrodillo y le rezo a la Virgen de los Ovarios fértiles por que nunca me toque la chula, ni siquiera de lejos y le agradezco profundamente a cada farmacéutico que me vendió mis pastillas anti bebes a cada 28 días de distancia.
Sin embargo, pese a mi felicidad, Patito llego a mi casa:
- Hace 46 días que no me indispongo, Mel.
- Y te hiciste un test?
- No
- Hacetelo
- Me lo vas a comprar vos? Porfa…
El impulso dijo que si. A los 2 días, Patito volvió a casa y esta vez, la compra seria efectiva. Con el culo cerrado como la garganta de la frígida de Gran Hermano, las dos caminamos por Corrientes hasta la primer farmacia. Entramos. La cabeza automáticamente comenzó a volar, pero no solo por el temor de mi amiga hasta el momento embarazada, sino porque jamás en la vida había tenido yo que hacer una adquisición de este estilo. Es mas, en una situación así hubiera hecho la gran Demmi Moore, hubiera agarrado una aguja de tejer y clavo que te clavo la sombrilla! Clavo que te clavo la sombrilla!.
Pero no, no seamos cavernícolas. Es simplemente un test para un tercero, aunque nadie dentro de la farmacia deba saberlo, pero de todos modos, sin querer pensarlo, la sensación de “estoy preñada” se apodero de mis paranoicos ovarios.
Luego de esbozarle el pedido del test pre-abortivo a la primera dama que aprecio ante mis ojos, note un cambio drástico en ella. La cara de concha afligida se transformo en concha feliz. Los ojos de desgano eran ahora de esperanza. Sus recomendaciones eran maternales y los tests estaban a su derecha, como Jebus. Me presento 2 alternativas:
Eva Test: Asumo que ese nombre funciona gracias a la Eva que toco la serpiente y no quería hacerse cargo.
TEA: Mas barato que el anterior, pero igual de efectivo (como los cucarachicidas). Vamos con TEA (“Te Estoy Avisando” es lo que significa según arduas investigaciones).
Cuando llego el momento de ir a la caja, sentí que el piso cambiaba de color, que el mareo se apoderaba de mi cuerpo, que tenia a ET sentado en la vesícula limándome las vértebras y un dolor punzante en el corazón producto de la taquicardia por el cagazo de tener dentro a un invertebrado.
La cajera también tuvo un cambio fundamental en su actitud, pero solo lo note al final de la transacción. Una vez entregado el vuelto, los ojos se le iluminaron, entrego la bolsa y sus labios vomitaron la palabra mas inoportuna para un caso como este: “Suerte”.
El retorno a casa fue mas corto de lo esperado. Ya Patito tenia su test y simplemente había que mearlo, pero a la mañana siguiente, cuando el pis esta amarillo y con olor.
Una noche de pesadillas, de nervios, diarrea y espermicida; saltos sobre los talones como dicen las abuelas y patadas en la panza como dicen los violentos. Eran las 8 del nuevo día, Patito se levanto, Patito meo, y a los pocos minutos descubrió que dentro de su panza tan solo había tripas en ayunas.

martes, febrero 06, 2007

El regreso

Las 8 de la mañana me sorprendieron mientras soñaba que Jorge Rial me abrazaba fuerte mientras me aconsejaba cambiar mi anillo de cotillon, que me comprara alguno así plateadito para poder tener éxito y me pedía que corriera a Carmen Barbieri en busca de un chimento.
Decidí que era una buena mañana para comprar un hornito y velas violetas para regalar. El vendedor, mas interesado en darme a entender que el sabia que yo vivía en frente, tardo en atenderme mas tiempo que si hubiera ido gateando por la calle Corrientes y hablara Mandarin. Lo bueno de tener tetas es que los hombres funcionan depende del tamaño: Por ejemplo, si una mujer con tetas grandes y redondas va a comprar una vela, el vendedor se la imagina untándola con cera caliente en los pezones y automáticamente le regala un aceite con olor a rosa. Si la mujer tiene tetas, pero se ven como recién licuadas, el vendedor no solo que no le regalara nada, sino que además la va a vetar del negocio para siempre bajo los ojos intimidantes del chacal de la alegría.
Al salir de la Santería que fácilmente califica como el lugar con mas objetos sin utilidad que jamás haya conocido, tres 124 en filita pasaban con unos 20 metros de distancia entre ellos. El último y más cercano a mi ubicación del momento estaba atrapado por un semáforo. Me acerque a trote con la mochila cargada con un taper con fideos y una bolsa en la mano llena de mis nuevas adquisiciones. Estando a 26 centímetros de la puerta cerrada del colectivo, caí en la cuenta de que la cara del manejante hacia un negativo movimiento de izquierda a derecha con la cabeza. Ahora yo reflexiono: El NO que mas me molesta es el de estos conductores. Me molesta mas que el NO de “No hay talle”, que el NO de “no te quiero coger” y NO de “estas no-minado”. Que es lo que nos niega el colectivero? Un viaje de placer?? Una mañana acompañados de ellos escuchando tango o alguna radio AM con menos onda que un pepino hemipléjico y solo para ir a trabajar sin ningún dejo de pasión personal por ser parte de su rutina? No, nos niega algo tan sencillo como abrirnos una puerta, lamentable.
Presa de la indignación me decidí a correr al colectivo que estaba en el medio. Corrí y corrí cual gacela embarazada de una cabra y al llegar al final de la fila de subientes, el conchudo arranco. Comencé a correr con mas ganas hasta que me rendí luego de 50 metros y lo único a lo que atine fue a lanzar un grito a lo Mel Gibson: “Hijo deeee puuuuuutaaaaaaa”. Ahora el que vende potus en la esquina me tiene miedo.
Aun me quedaba el primer colectivo, pero al escucharme gritar solo quedo el humito gris de la deshonra. La frustración se gano mi cuerpo, la tristeza mezclada con la punzante felicidad de estar llegando tarde comenzaron a formar una paranoia digna de Roviralta, y en ese momento… simplemente apareció.
Se paro detrás de mí pero más cerca de la sombra, éramos solo dos en el palo erecto del 124. Yo, chivada, con olor a fideos en la mochila que luchaba por salir a la luz, y ella, con bolsas, como siempre, con cara de concha, como siempre, pero con nuevos reflejos rubios. La vieja había vuelto, y estaba más linda que nunca, como Marcela Brane.
Nos miramos, nos sentimos, nos envidiamos el pelo y justamente cuando el dialogo iba a comenzar, llego el transporte matutino. La casualidad nos ubico únicamente a nosotras dos de pie. Ella se paro a mi lado, casi podía sentirle el perfume horroroso que tiene mezcla de concha con Recoleta y un toque de Iglesia Evangelista. Llegando a Callao ambas sabíamos que alguno de los sentados iba a dejar su lugar y estábamos preparadas para luchar como gárgolas en aceite de bebe, pero justo cuando un boludo se paro, la vieja…. La vieja me cago y viaje parada hasta Libertador.