En febrero me mudé sola por segunda vez. La primera a los 18, a San Telmo. Después una convivencia de casi 5 años en Once que terminó con unos meses de ahorro en la casa de una tía abuela para finalmente pasar a Olivos a la soledad absoluta. Confieso que fui muy feliz en febrero, se sintió bien la independencia y la certeza que era un logro mío, solo mío esta nueva mudanza.
En abril llegó el gato que me perturba la existencia. Hoy, a 9 meses de ser su madre, no imagino una realidad sin incluirlo. Las mordidas de pie, los arañazos marcados en rodillas y ante brazos, los gritos cuando me voy, el recuerdo de que tengo que castrarlo… se hizo querer este naranja de botitas blancas.
En Julio te llevaste a una de las mujeres más importantes de mi vida y en diciembre al tipo que menos tendría que haberse ido de todos. Como te dije alguna vez entre berrinches, espero que hayas tenido tus motivos y los estés haciendo laburar de guardianes celestes en donde sea que estén. Todavía, si cierro los ojos, los siento acá alrededor mío, más te vale cuidarlos mucho y quererlos como acá todavía lo hacemos.
La gente que siempre estuvo siguió estando. Algunos lazos se intensificaron y otros terminaron de desintegrarse… lógica pura. Me sorprendí frente a mi propio corazón abriéndose de nuevo, latiendo en doble corchea y dándose otra vez la chance de querer. De nuevo la secuencia inalterable de mariposas en la panza, miedo absoluto y entrega.
El Mundial que no fue, la desilusión más grande de todas. ¡Cómo hubiera salvado el año esa bendita Copa! Igual te quiero, Diego, pero me vendiste más humo que los pastizales quemados de la ruta.
Y entre "mariposas y huracanes" como cantan los amigos de MUSE, promediamos estos 12 meses. Un ancla de cosas tristes que de a poco va soltando el fondo del océano y va aprendiendo a flotar, arrastrada por un buque que cada día se pone un poco más fuerte. De a ratos se le ahogan los motores, pero cuenta con remadores de alta calidad que lo ayudan a moverse sin aire.
Este 1 de enero levanto mi copa por todos los que remaron conmigo, por los que ya están acostumbrados a hacerlo y por los que recién se suben al barco. Brindo por todo lo bueno y por no olvidarme de nada. Lo mejor que tiene esta vida es el almacén de recuerdos que llevamos encima todo el tiempo, a disposición de uso exclusivamente nuestra.
Apuesto a un 2011 de cosas que nos llenen, menos remado, más disfrutado. Gracias por pasar por este rincón de lectura. Ha sido un placer compartir desgracias y festejos con todos ustedes del otro lado del monitor.
Feliz fin de año para todos, empédense sin cuidado, no usen pirotecnia porque enloquece a los animalitos y le da laburo a los pobres médicos de guardia que se quedan por las dudas, por si quedan pelotudos prendiendo petardos frente a sus narices. Sabemos que pelotudos sobran, pero al menos ahórrenle laburo y nervios a los que intentan prevenirlos. Sin más para decir… salú’, señoras y señores.