domingo, febrero 27, 2011

Fichas al sol

Sonó el interno de mi oficina, era mi amiga MM: “Hay descuento del 50 por ciento en cama solar en el shopping, vamos”. Mi pobreza sirvió de excusa hasta que se ofreció a pagarme y afirmó: “Estás verde, Melisa. No te van a hacer mal unos minutitos”. Ante tamaña verdad, solo tomé mi cartera y la seguí.

No había demora, pero para hacer valer el 50 por ciento del descuento había que presentar fotocopia de la credencial de la empresa, así que subimos, bajamos, volvimos a subir, se me rompió la sandalia en el ínterin, la pegué con cinta adhesiva mientras esperaba las copias y avanzamos nuevamente hacia la iluminación dérmica fantástica.

MM tomó una sesión de 15 minutos, yo me conformé con la de 9. Arrancó ella mientras a mí me indicaron dónde esperar. Relojeaba las revistas de 2001 cuando noté que la luz del lugar hacía notar mucho más los pelos de mis piernas. Odio esperar que crezcan para quitarlos con cera. Nunca lo logro, pero con novio de vacaciones es más fácil cumplir el objetivo sin víctimas fatales y manteniendo la libido en alza.

Al salir, MM me dio su desodorante, me dijo que lo necesitaría. La chica del solarium me extendió sus brazos con una toalla, una vincha, unas antiparritas mínimas y una gomita de pelo negra. También sacó de un bolsillo 3 monedas de fichines y las puso encima de todo. Entró conmigo al cuartito e indicó: “Poné las fichas hasta que el timer marque 9. Apenas se prendan las luces ya podés entrar”.

Ahí estaba yo entonces: en pelotas, con antiparras, vincha, el pelo atado con un firulo, las piernas peludas como el 5 de Atlanta y una especie de turbo que se escuchaba saliendo del termo donde debía meterme paradita.Pensé qué sería de mí si delincuentes ingresaban al solarium. Para este caso en particular me serviría estar sin depilar y así utilizar mis cualidades de puerco espín venenoso frente al tacto no autorizado.

El calor era intenso. Me caían las gotas de las axilas y hacían ruido de quesoderretidoentostadora sobre el piso hirviendo. Las antiparritas me hacían sopapa en los ojos y debía mantenerlos cerrados para que no fueran succionados por el vacío. Me encontré a mi misma ciega y tirando cola hacia la luz para no broncearme incorrectamente o con los cantos arrugados. Me quemé un cachete contra una de las paredes luminosas, abrí un poquito la puerta y recién iban 5 mintuos. Fue entonces cuando se apagó la luz.

Estaba yo colgando de la cama vertical, con las manos enroscadas en las baranditas cuando el mundo se puso negro y un viento huracanado comenzó a soplar encima de mi cabeza. Me imaginé un incendio catastrófico en el solarium y yo saliendo en bolas, piernas y cavado negro, frente a la completa dotación de bomberos de Martínez.También imaginé una invasión zombie ataca bagartos bronceados, de la cual podría haber sobrevivido si no hubiera aceptado esos minutos de inducción solar.

Salí de la cápsula a oscuras, chivada y en pánico. Me rocié un spray acuoso lava partes y me sequé con una toallita, usé el desodorante que me había prestado MM, ordené mis bártulos en unos segundos y noté que el reloj todavía marcaba 3 minutos. “Me cagaron un fichín”, pensé. El viento huracanado continuaba estable y no me dejaba terminar de ordenar el flequillo. Me ardía el cachete del orto quemado y la molestia de mi sandalia rota era ahora por la cinta adhesiva usada para repararla. Quise comprar unas ojotas, pero mi capital solo llegaba a los 14 pesos.

Salí y vi a MM sentada tranquila. “Se me apagó la luz, nos atacan los zombies, se incendia el shopping”, afirmé. Ella agarró mi toalla y se la dio a la chica. “Se me apagó la luz”, repetí, obviando las sugestiones de mi mente. “Claro”, respondió la naranja terrícola del otro lado del mostrador: “Tras los 9 minutos hay 4 de ventilación obligatoria para la máquina”. Deberían incluir una linterna en el kit del bronceado, pensé en sugerirlo si vuelvo de visita.

A MM le ardían los brazos. Mi color verde estaba parejo como antes, solo tenía un rosado en la nariz, claramente por la obligada cercanía con el frente de luces. Le agradecí a mi amiga por la invitación y le pedí el teléfono de Mabel para reservar turno y despelarme. La situación ya no era tolerable al ojo humano. De pasada a la salida me compré un pancho alemán con mayonesa y Sprite a 13.99. dejando en 0 absoluto mi cuenta bancaria. Horas más tarde MM me confesó que había comprado 2 sesiones más para cada una. Las mías se encuentran a la venta desde entonces.

7 comentarios:

Juli dijo...

Sos un aparato!! jaja

Agus dijo...

Muy buena!!!
Mal, lo peor que hay es esperar a que los pelos te crezcan! Cuando voy en el tren con pollera corta, me pongo la cartera o alguna bolsa de supermercado sobre mis piernas. Me persigo pensando que el tipo que está sentado en frente me los ve. Al pedo, porque nadie me conoce!
Con respecto al solarium, en mi puta vida fui. Me intriga, sí! Pero me da a "Destino Final", viste las amigas que...bue, mambos míos.
Salú!

Agus Gonzalez

Anónimo dijo...

estas divina, la conjuncion de verde y rojo da marron!!! estas bronceada caribe DIVINOOO, y al que diga que no, lo mandamos a chivar a la maquina diabolica!!!
PD: gracias Mabel por librar a casi todas las mujeres de esta empresa de la maldicion del sindrome del mongol, aguante la cera, la pinza y good show
MM

SOL dijo...

La cama solar es la tortura más grande que existe después de los escaladores en los gimnasios...

Pela Seen dijo...

Brillante como siempre!
Jajaj
Yo soy otro casper... y la cama solar tampoco me hace nada!

Joana Obella dijo...

Holaa me gusta el Blog me seguis? yo te sigo♥

ximert dijo...

No desperdicies Mel!

Quitate el color apio querida, un par mas son suficientes, me encanto que pongas timer :)