miércoles, septiembre 12, 2007

El vestido III: Producto Terminado

Dormí toda la noche pensando cómo solucionaría mi falta de zapatos y cospiño, pero lo que más me preocupaba era el tema del maquillaje y el peinado.
Desde épocas ancestrales, mi único maquillaje ha sido el delineador. Salir a la calle sin él en la mochila y bordeando mis ojos es prácticamente imposible, siento que no soy mujer, que soy una tortuga, vieja, seca, dormida, siento que solo soy una nariz que deambula por la vida con pestañas a la vista.
Otro maquillaje que suelo usar es la sombra. Tengo una que compré por dos pesos en Farmacity, se me trituró y ahora la mezcla de los colores constituye el color único que poseen mis ojos. Maravilloso.
Por mucho que me asesoraron, la idea de tener que pensar que el tapa ojeras va después de la base, que la base debe ser del mismo color que mi piel, que el color de mi piel debe llegar hasta el cuello, que el rush va con brillo si mis ojos tienen mucho color y van de color rojo furioso cuando mis ojos no tienen color y la recalcada concha de la primer mujer que hizo de salir todo este sacrificio, todo eso era demasiado para mí, ya suficiente trabajo tendría la selección de corpiño.
Lo primero que hice fue ir a buscar un porta tetas estilo Thalía, como dos conos que le dan a las lolas la misma forma que un puño, las hace ver artificiales como cuando nos poníamos una media en bollito para simular pechos redondos, o cuando nos frotábamos con la almohada para sentir que estábamos con un hombre… eso ya es otra historia. La cuestión es que en el mismo momento en el que me estaba sentando en el probador, poniéndome en tetas y probando el corpiño, entró la vendedora solamente para gritarme en la cara: NO SE PRUEBA DESNUDAAAAAAAAA. No entiendo cómo desean que uno sepa cómo se ven sus tetas en una funda, sin ponerlas jamás en la funda…
Los zapatos fueron un trámite fácil también. Un morocho que me insinuaba cosas como “cuántos años tenés”, “podría decirte que sos bastante linda” y groncheses similares me trajo varios modelos de lo que yo llamo zapatossinmuchotaconegrosdepuntaredonda y uno de ellos, brillantes, negros, de Cruella de Vil de Isat a las once de la noche, me quedaron perfectos.
Salí entonces a la calle a comprar mis maquillajes cuando decidí que mucho mejor sería ir a la peluquería y pagar para que me maquillaran y peinaran. Fui a una escuela de peluqueros manejada por armenios. Entre ellos hablan un idioma extraño, son serios y se gritan, pero a los clientes los tratan con dulzura, en un castellano villeril mezcla de colombiano con australiano binladenenesco y mirándote a los ojos. Yo había ido lista para el maquillaje y había salido por primera vez en 1 año y medio sin una gota de delineador. El último episodio similar había ocurrido en la costa cuando se me acabó el lapicito mágico y la farmacia estaba muy lejos, una crisis de nervios me detuvo por minutos, pero finalmente logré salir aún viéndome como el cuco indispuesto.
El armenio me miraba mientras me hacía uno a uno los bucles y un colombiano me decía cuánto le gustaba la Argentina. Las revistas del año 96 estaban apiladas, muertas, una sobre otra pidiédome por favor que las salve del suplicio de ser toqueteadas una y otra vez por viejas chotas o una travesti rubia que acababa de entrar. No las agarré. El armenio me hacía cosas, me metía clips, los clavaba con fuerza en lugares extraños y volvía a buclear. Me hacía jopos, les tiraba brillantina y volvía a buclear. Todo tardaba demasiado. Una hora después, mi pelo estaba bellísimo, pero yo seguía sin delineador y faltaba una hora para el casamiento.
Me senté en la silla para que me maquillaran. De pronto llegó con una cajita de madera dibujada, sucia, una señora con cara de mujer del orto, de sufrida, de no soy feliz para nada y voy a odiar maquillarte. Comenzó por lavarme la geta con una cosa que picaba. Cada vez que me acercaba el delineador, mis ojos convulsionaban, lloraban, se abrían y cerraban manchando todo lo que estuviera a su alcance. La señora me odiaba realmente.
Polvos de colores, pastas naranjas, rush sabor cítrico, delineador con olor, una cosa azul que aún ahora me pregunto para qué poronga a usó. Me miré en el espejo… estaba bronceada. Naranja. Color coral y ya era la hora del casamiento.
Escuché un golpe en la puerta del local, miré, era mi caballero amado, que en su ansiedad, me gritaba desde la puerta indignado en lugar de profesarme su amor por el producto terminado.
Me arrancó casi a los tirones de la peluquería, me metió en casa, me dijo “te ves bien” “en serio? No me veo bronceada?” “nono, estás bien Mel”, me tiró el vestido por la cabeza sin desarmarme un solo bucle, me calzó los zapatos y… salí a la calle, bronceada y de azul eléctrico. El casorio estaba en puerta y yo estaba completa. Al ver las fotos, Lucas hizo un comentario:

- jaja, es cierto Mel… parecías bronceada.



FIN DE LA TRILOGÍA, festejá Dami.

11 comentarios:

Julián Torrado dijo...

Simplemente, genial como siempre.
Por cierto, cada vez que leo algo así o veo a alguna de mis hermanas en este tipo de aprietos, agradezco haber nacido hombre y no tener que andar semanas antes o días (como en tu caso) con el corazón en la mano para verse bien para un evento.
Festejemos que ya pasó y que pudiste.

os vemos!

Anónimo dijo...

Mel,
Pocas veces hize tantas veces F5 en tu blog esperando saber como seguía...
Cuando arrancas mal, tiene el fin de quedar peor..., peor que una propaganda de transito lento y diste en el clavo estabas muy bronceada...
Que turro tu novio... mira que como hombre he pasado el límite de responder el "como me veo" pero nunca antes de una foto...

Me divirtió mucho tu historia... te esmeraste en serio...

Espero es la crítica del casamiento... viste uno no invita ni con un pati quemado, pero si come de arriba todo es mejorable.

Anónimo dijo...

Estabas bronceada pero divina!! Como Susana jajaja!!!!
Date por contenta que te hicieron los bucles, a mi antes de un casorio tres peluqueras se negaron consecutivamente a hacerme bucles e incluso cuando ya desesperada pedi planchita la última me dijo: Para que?? Si ya lo tenes re chuzo....
Hija de mil puta.
Pero bueno.... yo recurro a los prestados para Vestuario y zapatos... rata for ever!!

Santi dijo...

jaja esta trilogía es mejor que el señor de los anillos!!


salud

Yasmin dijo...

Buenísima la trilogía! me tuvo enganchadísima... una no puede evitar sentirse identificada con estas cosas...
Pero quedaste re bien al final! Valió la pena el esfuerzo y las corridas!

Glitter Dreams dijo...

Holaa! yo también soy una amante incondicional del delineador. SIEMPRE, puedo estar toda rosoña y transpirada, pero con delineador! Saludos.

Unknown dijo...

Mel, m parece interesantisimos tus textos... tu s aventuras mjor dicho diria yo...

Soy Hernan, de Lima, Peru... si un peruano sucio como piensan muchos... jaja, naa, no soy del once o del abasto que abundan los llamados "compatriotas" mios... soy un peruano copado como m dicen en buenos aires, viajo mmuy seguido habia tu ciudad que me tiene hipnotizado, es q aveces tngo q star en pacha y bueno mas cosas q poco a poco te ire contando... Pasa por mi flog... es una historia de amor q contare de vez n cuando... y bueno, un bsote

HL

http://www.fotolog.com/ache_ele

HL

Leonardo Ferri dijo...

Ni una diva total, ni una mujer fatal, es Melisa, siempre igual!

Pero encantadora en su vestido azul.

Beso!

Juan dijo...

meli!! tanto tiempo, puta que lo pario ahora me pongo nostalgico yo también y me acuerdo cuando tenía un laburo de mierda en que nos explotaban pero al menos podíamos comer en las instalaciones de la empresa.

todavía no leí la trilogía del vestido pero conociendote me imagino que salio todo como el orto.

beso grande!

Anónimo dijo...

jajaja, graciassssssssss

Anónimo dijo...

www.silvinagallo.com.ar
Producto Terminado