viernes, septiembre 21, 2007

Están entre nosotros

La mañana era normal, como cualquier otra, salvo por el hecho de las flores, los colores, la pelotudez, las ganas de coger de la mayoría de los seres humanos, la sensación de que SE DEBE coger antes de (mínimo) las 17, porque aún hay solcito, aún es LA primavera, esa fiesta súper feliz que no hace más que opacar al Día del Estudiante, que para esta altura es lo mismo ya que son ellos los que ensucian hasta el culo de la estatua de la rotonda de Plaza Italia en su necesidad de hacernos saber a la humanidad toda que hoy es primavera y hay que estar rebozante de alegría, algarabía, boludez.
Me senté en mi oficina vestida con una remera amarillo flúo y zapatillas rojas, todo porque un comunicado informaba que solo aquellos que pudieran ridiculizarse lo suficiente recibirían helado. Me gusta el helado. Hago lo que sea.
Me regalaron una flor amarilla, qué justo. Ahora puedo combinar la flor semi muerta con mi torso vestido. Todos tienen flores. Una chica sopla un palito, haciendo entrever sus dotes putales en todos los ángulos y de ella salen de a decenas, de a centenas, de a miles y miles de burbujas brillantes y gordas. Hasta pensé en abrir la boca y probar alguna, pero ya alguien compró facturas, claro, por el día de la primavera y realmente no da mezclar sabores.
Tomé café y noté presencias extrañas en la sala de recreos. La primera de ellas era de pelo rubio, muy alta, un cuerpo imponente y terribles tetas. La segunda presencia de Lucifer era morocha y tenía un tatuaje en la cara interna del brazo, sentí respeto… hasta que noté que sus curvas anales eran superiores a las de toda la Tierra. La tercera tenía una cicatriz extraña en la cara, pero ni siquiera eso la afeaba, al contrario, daba ganas de suturarla con la lengua usando hilo sisal de la túnica de la Virgen de los Tomates Perita.
Las tres tenían remeras iguales, pero de diferentes colores. Eran tan altas, tan. Me sentí una lesbiana envidiosa a punto de cometer un asesinato, mi violencia aumentó al saber que la morocha tenía una hija y pese a eso, se veía como recién bajada del asiento de la derecha de Jebús Todopoderoso.
Pensé en cerrarles la puerta de la sala, dejarlas ahí para siempre para que nadie pudiera verlas, para que nadie oliera sus perfumes dulces ni su pelo con spray. Me sentí un Fitito. Un Fitito quemado, sucio, sin asientos, con mierda de paloma en el vidrio y con una calcomanía de Los Parchís, estacionado al lado de un Land Rover, cualquiera de ellos, imponente, limpio, perfecto.
Minutos pasaron hasta que salieron de esa sala, cruzaron la puerta y entraron al espacio de trabajo. Los hombres aullaban, se tocaban, se erectaban al ritmo de los temas de Pablito Ruiz y se daban vuelta a admirarlas. El fin de sus paseos era repartir unos caramelos y algunas cosas ricas. Solo para eso, la moral femenina de la empresa se sintió ultrajada, estafada, ignorada y fea. Sobre todo fea.
Las chicas hermosas siguieron la fila de personas que, sentadas, esperaban babeantes por un caramelito hasta que llegaron a mí. Mi mirada clavada en el escote, con ganas de desinflárselo de una mordida, mi paso por los ojos verdes de la rubia maldita, por su pelo no quemado, por su cintura de mujer que le cabe jugar con el aro desde tercer grado en gimnasia. La observé y pensé un discurso moralista con el que sorprenderla para que llorara, se afeara y yo triunfara en la primavera nueva que hoy se inicia. Nada me salió. Me dio dos caramelos. Me los comí. Al rato volví a saludarla en la sala de recreos y le serví un vaso de agua a la que le puso un juguito Light para saborizar, claro, porque es primavera, hay que mantenerse en forma.


Feliz Primavera para todos.
Ojalá que llueva, que venga el Cucumelo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

FELIZ PRIMAVERA!!! SIEMPRE TE LEO,MUY BUENO LO SUYO SEÑORITA.

El Salmón dijo...

Me he dado cuenta que no era tan loco por las cosas argentinas como creía. Hasta hace poco no sabía lo que era el cucumelo, hasta que vino el señor don Andrés Calamaro con una de sus canciones a informarme.
Aqui en España el otoño ya llegó en pleno. Puedo irme con ustedes allá? Capaz que si voy no vuelvo...

Besos salmónidos

Anónimo dijo...

odio a las minitas perfectas, habria q sacarlas de la tierra.
:)
como se nota q ahora estoy con alguien no?
jajaaj
te kiero

Unknown dijo...

eso, que venga el cucumelo.

Santi dijo...

Que se puede esperar en primavera?!


besotes

Anónimo dijo...

las promotoras me paralizan y las odio porque en una situacion normal les molestaria y nos harian saber que somo unos pajeros.Igual les debe molestar pero apoyo mis palabras

Leonardo Ferri dijo...

Afortunadamente a muchos nos gustan los Fititos también.
Ojo, si vos hubieras comprado y repartido caramelos, no hubieras tenido de que quejarte.
Pero claro, sos mujer.

Flores para vos Meli

Penelope Glamour dijo...

JAJAJAJA
me reí como siempre que te leo. Y claro, no hubiera estado mal dejarlas encerradas por siempre en la salita. Pero que primero entregaran los dulces, eso sí.