sábado, diciembre 08, 2007

Operaciones peligrosas

Mercado Libre nos había llevado tras la pista de un volante de auto vibrador, esos con los que una mujer puede entretenerse por más de 7 minutos y hasta puede considerar darle una oportunidad a la Play Station 2, el juego del demonio, pero no, pronto se da cuenta esa sabia mujer de que aquello es una ilusión del maldito manubrio para tenernos apresadas bajo su pantalla de carrera de autos hermosos, disfrazada de una actividad romántica en conjunto, cuando no lo es y ni siquiera se le acerca.
En fin, estaba yendo a retirar de su dueño, el Sr. Mercado Libre, al volante que había adquirido.
Antes de aventurarnos, comimos en un lugar cuyas mesas son del tamaño de las que habitaban en la casa de los enanos de Blancanieves, esas pequeñas y bajitas en las que se garchaban a la princesa cuando caía inconciente después de las manzanas contaminadas, según contaba mi papá en sus cuentos distorsionados. Estaba rico, tomamos limonada con jengibre y creo que hasta el balance sol-nube era perfecto.
Quince minutos más tarde llegamos a la dirección de entrega y aún cuando ni siquiera habíamos terminado de confirmar que el cartel de la puerta nos estaba introduciendo al local indicado, ya la reja de paredes vidriadas se abría para dejarnos ver qué se escondía detrás de nuestro propio reflejo.
El local era un cuarto de unos 3 metros de ancho por 5 de largo. Había a un lado del espacio una vitrina con precios en dólares para cada producto de tecnología que se exhibía. Otra de las paredes la ocupaba una mujer joven, morocha, que hablaba con un micrófono, aún cuando lo que nos separaba eran 4 palitos de flota flota. Nos gritó cuál era el número de la reserva de mi volante que, bajo presión, le di mal, lo cual retrasó indiscutiblemente la operación.
La última pared era la más misteriosa. De ella salía una caja de metal en la que alguien alojado detrás de la pared había metido nuestro producto recién comprado. Nuestro trabajo consistía en velozmente abrir la caja, chequear el producto y abonar cautelosamente y sin mirar a la persona de la caja. Cuando nos disponíamos a sentarnos a esperar nuestra orden, entró un gordo morza que poseía una panza que brotaba desde abajo de su remera corta, inundando la cintura de su pantalón, asfixiando al botón del jean bajo una catarata de pelos y sudor ombligal.
Se sentó a mi lado, el banco se movió. El gordo tenía dólares. Cientos de ellos, venía a buscar algo que, como nosotros, había encontrado en Mercado Libre. Yo solo pensaba el correr y correr, alejarme del gordo, de la cajera invisible y de la recepcionista gritona. La caja metálica transportadora de bienes hizo un ruido que hizo gemir al candado de la entrada. Algo cayó fuerte en su interior, recé porque no fuera nuestro volante, la sola idea de volver por la garantía me daba ganas de comer langostinos de chino sin habilitación. Era el volante.
Nos paramos, fuimos hacia la caja y limpiamos la mugre almacenada en la tapa de la bendita metálica como si fuera un cofre del tesoro gratuito, cuando en realidad ya llevábamos invertidos 150 pesos. Levantamos la bolsa que estaba acostada en el interior de la caja transportadora, comenzamos a abrirla para chequear que era nuestro nuevo volante y no un rulero parapelosdelojete lo que nos estábamos llevando. Así era. Perfecto y redondo como un volante debe ser.
Hicimos dos pasos hacia la libertad y ocurrió la tensión. La bolsa se había roto dejando el juguete al descubierto y a la vista de los cientos de posibles hurtadores que habitan las calles de Palermo. Teníamos que volver a la mujer sin rostro y pedirle otra bolsa, arriesgándonos a que, pasado nuestro turno, no quisiera ni siquiera referirse a nosotros jamás.
Gritamos por acerca de 5 minutos para que alguien nos prestara otra bolsa, el gordo nos ayudó con golpes en la pared, le danzaba la barriga de la ansiedad. Sin palabras, la caja metálica nuevamente se movió. Algo latió en su interior. “Abraaaaannnnn”, ordenaron desde algún lugar. Abrimos el cofre metálico y encontramos nuestras dos bolsas blancas. Apenas las tomamos, el timbre de la puerta nos obligó a salir sin saludar, apurándonos, como si hubiéramos visto de más o como si quisieran quedarse a solas con el gordo. Lo miramos por última vez, estaba sudando y tenía un rizo negro recorriéndole las mejillas. El gordo nos meneó la mano esperando el rescate, pero él aún tenía su producto detrás de la cajera transparente. Tuvimos que dejarlo a su propia suerte, solo con su barriga, los dólares y una vitrina repleta.

12 comentarios:

Julián Torrado dijo...

Em... No lo entendí.

Leonardo Ferri dijo...

Creo que me perdí en algún lugar...

Definitivamente los juegos no son lo mío, ni leer sobre ellos puedo

porteña dijo...

Chicos, esto es "lectura exótica" jajaja.
Creo haber hecho los cambios necesarios para que ahora se entienda un poco más el enjambre.
Es lo que sucede al escribir después de una boda con resaca de cerveza y pizza de huevo frito.
Gracias por entender, o por no entender, o por ambas.

organizacion Señor Negro dijo...

juaaaaaaa muy bueno! me imaginé el gordo y todo!!
me encanta lo que escribis che!
unite a la organizacion señor negro!!

Anónimo dijo...

estuve en uno de esos lugares, con la diferencia que los que laburan ahi son amigos y no me hacen sentir el miedo que me dio ller tu relato.
Te mando besotes y espero que "paseando..." aparezca varias veces en la encuesta rolling stoneeeeeeeee

Santi dijo...

ehm, me uno un poco a los dos primeros comentarios.. jodido:S



saludos!

Anónimo dijo...

che, yo lo entendi, esta mal? me siento inadecuado, socorro!!!

porteña dijo...

jajajaja Dami, para mí ahora, después de haberle hecho unos cambios, se entiende, antes (al momento en que los dos primeros firmaron) ni yo entendía mis palabras jaja.

Julián Torrado dijo...

Ahora sí entendí. Gracias por la "remake".

ta rete bueno el posteo

Unknown dijo...

Mmm sólo de verte en tea y habiendo tenido breves conversaciones, sos el tipo de persona que ni ahí por los prejuicios que uno puede tener y sin conocer a alguien no me imaginaba ni ahí que escribías este tipo de cosas, el relato está bueno, bien llevado, interesante, atrapante, descriptivo pero me parece que es soez por demás, que son innecesarias algunas palabras o se pueden reemplazar por otras.

Anónimo dijo...

fede lee otro post, mel escribe asi y asi la leemos, no se cambia, es asi, ok, ok, OK????????????

Julián Torrado dijo...

claro... salió bien guarra la yegua! jajajaja.

yo te banco mel