miércoles, diciembre 30, 2009

2.0.1.0

Nuevamente, mientras evito hacer el balance de fin de año, la atroz pelotudez de catalogar momentos y situaciones, englobarlas y deprimirme o brindar por ellas, caigo en la cuenta de lo gomoso, tedioso y activo que este 2009 fue y me nace desde las vísceras una necesidad imperante de compartir algunas conclusiones:

1- Quedarte sola un tiempo, te da ganas de estar sola.

2- Cuando los tipos tienen exceso de amor es porque mientras pulen tu estatua de bronce, te están moldeando una cabeza de toro: “Mejor pirata conocido, que amoroso demostrativo”.

3- Como escribí hace un tiempo: “Confiar que las cosas pueden salir bien es bueno de vez en cuando”.

4- Mudarte cerca del trabajo, siempre será una buena opción.

Quiero aprovechar este solemne acto de estupidez humana para agradecer a todos los que de alguna manera estuvieron presentes en estos momentos bisagra que me desconcharon la brújula de la monotonía.

Brindo con todos para despedir a este año pedorro.

Apostemos a uno mejor... o que al menos nos agarre mejor parados.

Feliz 2010.

PD: Se vienen las crónicas de soltería en la casa de la Tía Abuela Carmen… respiren hondo y aguarden.

jueves, diciembre 17, 2009

Araña en la Pared

¡Oh por Dios!: Una araña en la pared.

Seis centímetros de largo,
patas flacas y es marrón

Se encuentra arriba de la puerta
mirando al techo con firmeza
y moviendo sus carnitas con dolor

Está a dos metros para arriba
y yo sin raid ni red,
tampoco un buen insecticida
que la queme como a un papel

Entonces una idea
de palo, elástico y ojota.
Esta última encadenada al primero,
pegoteados por un nudo fabricado con el segundo:
un aplasta arañas de pared.

Y salto y golpeo y erro
Y marco un cuarto creciente color gris en la pared

Y salto y golpeo y erro
y el bicho del infierno se mueve;
me cubro la cabeza y pausa.

Y ahora sí:
salto y golpeo y aplano
achicharro, desprendo y mato
a mi araña en la pared.

Cae rendida en una bolsa,
con sus patas entregadas,
el cuerpo frío... sí. Murió.

Una servilleta y un coraje,
la entierro entre los dedos,
(el papel amortigua el tacto)
y a su tumba la regalo,
en el tacho, en la cocina,
en lo más alto de la bolsa.
Chau araña del infierno,
chau mi bicho en la pared.

viernes, diciembre 11, 2009

Hermandad

El día que naciste yo estaba con la Nani ordenando lo que iba a ser tu cajonera. Apilábamos pañales y yo, con mis 6 años de hija única, doblaba tu ropa pequeñísima para que la Nani la agarrara un segundo después y la volviera a doblar. De pronto sonó el teléfono y avisaron que habías nacido. Tenía un hermanito.

Íbamos a ponerte “Bianca” si eras mujer. A pedido mío, claro, solo porque amaba a una ratona que llevaba ese nombre en el mundo de los dibujitos. No sabía si quería tener un hermanito. Menos que fuera varón. Era una competencia absoluta por el amor de nuestros padres. De todos modos fui feliz a la clínica. Eras violeta y tenías las bolas negras y gigantes. Las tuyas, querido hermano, fueron las primeras pelotas de hombre que vi. Y te llamamos Franco.
Empezaste el jardín de infantes cerca de casa y me emocionaba irte a buscar, a vos te daba lo mismo. Nos llevábamos como el culo, yo abusaba de mi tamaño y vos cedías ante mi desespero por usarte como a un juguete. Te hice personaje de mis tardes de te con peluches, de mis obras de teatro de títeres y hasta te pegué con el pañal puesto solo para escuchar el ruido apagado que hacía sin que siquiera lloraras. Ahora sí podía afirmarlo: me gustaba tener un hermanito.
Verte con el uniforme del colegio el primer día de tu primer grado fue divertido. No nos cruzábamos mucho en el colegio, pero a veces me quedaba un ratito más para verte entrar y huevear entre los tuyos. La mochila te quedaba enorme sobre tu espaldita, eras petizo y tenías noventa millones de rulos perfectamente amoldados sobre tu cabeza. Mamá te peinaba con raya al costado para disimularlos, pero nada menos disimulable que un niño color mota con pelo lacio achatado.
De pronto estoy preparándome para ir a tu fiesta de egresado del secundario. De pronto creciste. Y es raro cómo funciona el tema de la “hermandad”… ese amor incondicional por personas que, si uno se pone a pensar, no ve tan seguido como a algunos amigos, novios, chongos, lo que sea. Pero los hermanos están siempre. Y en esos momentos tan importantes de la vida, o tan intrascendentes, por qué no, queremos abrazar a un hermano. Nos enorgullecen los logros de los hermanos como no lo hacen los de los amigos, nos inflan el pecho. Sufrimos a través de sus heridas y reímos con sus triunfos y primeras borracheras.
Aprovecho entonces este momento importante. Lo hago mío porque te vi crecer, hacerte la persona que sos, con tus fallas, tus ataques de histeria, tu frenética canalización de estrés golpeando tu cabeza contra la pared. Hago mío este momento porque lo merezco luego de que arruinaste casi la totalidad de mis muñecas pintándoles los ojos con fibra roja simulándoles sangre. De más está decir todo lo que te quiero, pero igual lo hago. Y te felicito, hermano. Te felicito por haber crecido.