viernes, abril 27, 2007

El crimen, la suela y el mocoso

Les acerco con todo el amor que me caracteriza, un cuento que envié a un concurso de la Feria del Libro y... obviamente perdió. Sepan que simplemente lo subo presa de la indignación, llena de rencor y con ansias de que muera de dengue el ganador que me quitó mis 10 mil pesos.
Sepan comprender. Con ustedes,

El crimen, la suela y el mocoso

Repta la oruga verde recién desprendida del infierno. Arrastra los resabios de un calor insoportable, con olor a casi despierto, a perfumes baratos y a falta de pasto. Facultad de Medicina recibe al bicho horripilante y abre sus puertas para que las decenas de responsables avancen a sus reclutamientos personales, laborales, escolares. El Subte, disfrazado de línea D, avanza implacable.
La estrategia de ubicarse a esperar en los últimos vagones no da resultado desde que cada pasajero en cada estación opera de la misma forma. Lo que sucede es que yo siento una afinidad con los espacios que colean con la nada, como la última fila del cine o el asiento del fondo del colectivo, simplemente no puedo evitarlo, es como si el trauma del primario de ser la más alta me hubiera estigmatizado de por vida.
Subo entonces y espero el desenlace de los amagues que minuto a minuto cada sentado hace. Se menean hacia adelante y hacia atrás, aprovechando el roce con los de al lado, no sea cosa de bajarse sin haber siquiera recibido una tocadita de culo. Se levantan un poquito, acomodan sus bolsos o carteras y uno, parado frente a los afortunados de orto depositado, sueña con que el creador de falsas expectativas se levante y se baje de una vez por todas.
Cualquier persona está en iguales condiciones de conseguir un asiento. Solo basta con ser observador:

- Beso! Beso! Dale que ya me bajo!- Grita una perra de la generación sentada
- Chau mi amor, te amo, llamame- Hace eco su caballero soba orto que se nota a leguas que solo desea coger esta noche.

La oportunidad se avista, me muevo sigilosamente a lo largo de medio vagón y ahí estoy al momento de la levantada. Miradas de indignación de aquellos que seguían el proceso más de cerca, miradas de orgullo de mis compañeros parados. Gracias a la romántica dama, ya mi culo besa los tiernos asientos del subte.
El objetivo de mi viaje es llegar a Congreso de Tucumàn. Final del recorrido. Ésto tiene la ventaja de que si uno se duerme como un camello, la voz enérgica cual gato diabético del locutor del subte, siempre (siempre) te hará despertar y salir en tiempo y forma.
Mientras la música de los rieles arañando los techos creaban un ambiente hipnótico para los no adictos al MP3, mi vista se fijó en los zapatos de una señora de pelo ondeado y sin vida ni crema de enjuague, que estaba sentada frente a mí en el mismo vagón. Eran una especie de mocasines con perlas de plástico de varios colores que armaban una flor de 5 pétalos de manera algo pobre, por no decir lamentable. Comencé a pensar de qué forma y en este mundo, ésta mujer habría comprado esos zapatos. No eran el estilo de calzado que un amigo, ni siquiera un enemigo regalaría, éstos eran pura y exclusivamente una mala, malìsima decisión personal.
Entre pensamientos, pesadillas y deseos de nunca tener eso en los pies, algo se movió en la morruda pierna de la adulta. Algo tornasolado y marrón había pasado ante mis ojos y aún estaba en el pantalón celeste cielo de otoño. Ella dormía profundamente y no se percataba ni de mi mirada obsesiva, ni de lo que estaba pasando ya casi por su entrepierna. Una cucaracha.
Con los ojos desorbitados intenté sacar fuego por las pupilas, quemar al poco higiénico ser vivo y que la señora de muchos años siguiera durmiendo sin enterarse. Nada pasó. Traté entonces de que cada persona del subte mirara lo que yo veía y alguna se dignara a despertar a esta mujer que para esta altura, ya podía estar muerta o en estado de coma profundo si no sentía cómo el animal prehistórico le transitaba la gamba de pie a cachufla, de ida y de vuelta constantemente y al trote.
De un momento al otro, la cucaracha del horror bajó más de lo esperado. Quizás atraída por los mocasines, quizás en caída libre, o quizás para tentar al destino, a la vieja o a mí. Se metió por debajo de la botamanga, por detrás del tobillo, caminó por el empeine y se posó sobre una de las piedras plásticas del mocasín, moviendo sus antenas y escupiendo mugre subterránea. Si hubiera tenido una bandera, seguramente el animalito la hubiera clavado sobre el vencido pie y acto seguido, hubiera cantado cumbias entrerrianas.
Sin complacerse y aprovechando su buena fortuna, la cuca bajó del pie y avanzó hacia mis zapatillas, sin percatarse de que yo sí estaba despierta y yo sí iba a hacer algo al respecto, por mí, por la vieja y por todos los humanos a los que este bicho catastrófico atacó durante su vida útil. Levanté el pie talle 41 (depende de la horma, puede ser un 39 también) creando una sombra que cubrió entero al pasillo, esperé la distancia precisa y.... ¡¡¡¡¡TOMÀAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!
Tripitas, sangre verde y los murmullos acusatorios de un borracho que se sacaba los mocos. Tanto escarbaba que pensé por un momento que lo hacía para ver cuánto espacio tenía dentro de sus fosas nasales, a modo netamente investigativo, pero no. Moco verde que salía, moco verde que era arrojado al piso junto al cadáver polvoriento de mi recién cobrada víctima.
Llegamos a Juramento. Solo quedaba una parada para el final.
- ¿Por qué mató a la cucaracha?- Arrojó el borracho
- Le estaba caminando encima a la señora, ¿no la vio?- Respondí
- ..... Nop.
- Bueno, la maté por eso
- Usted es una asesina- Sentenció con un dedo erecto de punta color amarillo moquito
Con la cabeza en la guillotina y los rulos en shock me recibió Congreso de Tucumán. Así me subí al 60, ansiando ser un mosquito, o un conejo y sintiéndome ni más ni menos que una cucaracha. Marrón, con patitas suaves y peludas, con mitos e historia sobre los hombros, escabulléndome entre pantalones y comiendo de boletos engrasados. Hoy más que nunca deseo que la reencarnación sea puro cuento.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también tuve el karma de ser la más alta.
Y calzo 39 o 40 (casi siempre 40).

Quisiera reencarnarme en una petisa tetona.

r.- el corre ambulancias dijo...

si reencarnas venis para este lado

con pantalon blanco, plis :P

Lazarillo Mochilero dijo...

Jaja, me gustó eso de ¨y obviamente perdió ¨

Yo también escribo, pero desde hace poco y no se si catalogarlos como cuentos, historias al pasar, narraciones sjkssk, en fin, me gusta escribir.

Como ya es muy tarde y la vista no me da más, lo voy a leer mañana y luego te comento qué me acontenció.

Un beso y viva los 80´s !!!!

Julián Torrado dijo...

con lo de "soba orto", estabas más para ganar el premio a "Delicadeza 2007" que el de la feria del libro.=P

Che, yo calzo 45 y también tengo el problema de ser "el más alto". de chiquito siempre me cargaban =(

Anónimo dijo...

arrancaste muy bien...y despues volviste a ser la meli que todos leemos y ansiamos cuando el nuevo post no aparece, ganaste, esos de la feria del libro no saben nada, no hace falta ser escritor para detectar a millas tu talento...con ser bombero alcanza

congul gratis dijo...

yo hubiera vomitado...
sobre los zapatos, que alguien se de cuenta por dios!!! lo que pasa es que los hijos de puta de los zapateros hacen hormas cada vez mas chicas para enanos!!! como puede ser que del 96 al 2005 y de 2007 en adelante pase a calzar 39???!!!

Leonardo Ferri dijo...

Odio las cucarachas, no las soporto, no las tolero. Menos mal que no estuve ahi.

Los isleros dijo...

No shit no te lo eligieron... en fin... ellos se lo pierden...

Anónimo dijo...

Siempre pensé que las cucarachas eran bichos llenos de mayonesa. En fin...

Con el tema de los concursos, vos sabés que le dan los 10.000 mangos al que escribe sobre la paz o sobre el amor. Todavía no se valora el arte de describir la realidad con crudeza. ¡Mueran los malditos caretas de los jurados!

Anónimo dijo...

Che, loco, me gusta tu blog :D