lunes, noviembre 20, 2006

Condena Mortal

¿Como hacer para decirle a una señora de adentrada edad que uno no la quiere? ¿Como hacer para hacerle entender que no es tu abuela, que no tenes ganas de hablarle y que por mas que tomemos el mismo colectivo, no tengo ninguna intención de sentarme a su lado a verla mover sus dientes postizos sensualmente?
EL 124 no es un simple colectivo. Es el colectivo donde viaja la mujer de Gargamel, la diosa de los fastidios, el mismo bombón asesino.
Fanática de Hanglin, adoradora del Mundo Paralelo donde existe la Republica de San Isidro, esta dama de pelo negro con reflejos al estilo Senor Shiffield (fonética, pura fonética) y anteojos que ya superan al culo de botella, sino que mas bien son de circunferencia muy similar a la de el ojete de Nazarena velez.
Nuestro primer encuentro fue feliz. Recién me estaba familiarizando yo con el recorrido del 124, por ende, cualquier comentario sobre calles era bienvenido en una charla, hasta que el tema me desbordo. La grouppie del hombre que se desnuda sin importar lo antiestético de su imagen, empezó a describirme el panorama de Callao, a hacer paralelismos con Europa, con su quinta con pileta, con la concha de Jebus y yo, desde mi pobreza, la miraba sintiendo un impulso cada vez mas irrefrenable de meterle un vibrador en la garganta. Bien adentro. Robarle la cartera, pelarla y depilarle los bigotes.

- Señora, disculpe, me tengo q bajar...
- Pero querida, te estoy hablando....

Calor. Desde adentro. Calor. Ganas de matar. Ganas de llenar la capital federal con sangre de vieja. Me baje sin saludar y escondiendo los brazos, no fuera cosa que se me colgara y encima la llevara de prendedor por las 4 cuadras de Libertador q transito cada mañana.
Mi sorpresa futura fue lo que marco mi vida: Verla todos los días en mi misma parada, recordándome el mal trato que le ofreci, con su cara de culo, sus pelitos erectos al costado de los cachetes y una mirada de Virgen desilusionada. Mi desgracia y mi castigo es ahora verla mirarme mientras yo simulo hablar por el celular, o leer o ser ciega o mogolica. Mi condena es que cada vez que subo al 124 a las 9 34 de cada joven día, los únicos asientos libres son 2, uno al lado del otro. Yo junto a la vieja y la vieja junto a mí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y le hablas??
o es solo un invento tuyo melisita mi vida??
jajaja

Anónimo dijo...

Me encanta tu limadura.
Y es verdad, el 124 es un infierno que termina su recorrido a dos cuadras de mi casa. Todo rojito, es lo más cercano al mismísimo demonio que conozco.

Anónimo dijo...

Yo probaría convidandole con un chicle (laxante) A ver qué tal te parece vieja!